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Historia: Sobre Israel y Canaán

A menudo los relatos fundacionales están plagados de contradicciones e incoherencias, pero ello no parece quitarles valor a la hora de justificar las realidades sobre las que están asentados. Hoy, buscando en el baúl de los recuerdos de la Historia (uuuh) se me ha venido a la cabeza el caso del actual estado de Israel y he decidido rescatar de mis viejas notas un rapidísimo resumen de la historia de sus antecedentes.

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Lo que hoy es Israel y Palestina se corresponde en la Antigüedad con lo que conocemos como Canaán, en el Creciente Fértil. Canaán era una encrucijada comercial, una zona neurálgica del Oriente Próximo, donde se “encontraban” las potencias de la zona: estaba entre Egipto, Mesopotamia, Asia Menor y el Mediterráneo, por lo que era un área de particular importancia económica. Era el corredor por el que transitaban las principales vías comerciales de por entonces. Las rutas de comercio del incienso le daban el nombre de “vía del incienso”. Los cananeos (los habitantes del lugar, vaya) eran tributarios de los faraones (es decir, tenían que pagarles un impuesto) en el lapso de tiempo que abarca desde aproximadamente 2000 a. C. hasta 1350 a. C. De 1350 a. C. en adelante Canaán fue dividido en dos zonas de influencia (ved que eso no se inventó en la Guerra Fría): el norte se hallaba bajo dominio hitita (un pueblo mesopotámico) y el sur continuaba en manos de los egipcios. A partir de 1100 a. C. aproximadamente empezaron a gozar de una mayor autonomía y comenzó un proceso de diferenciación entre los principados cananeos. Uno de estos principados que empezaban a volverse sensiblemente distintos unos de otros fue la cultura que posteriormente dio origen al pueblo de Israel.

Según los relatos míticos recogidos en la Biblia, este pueblo es fruto del linaje de Abraham, patriarca de los israelitas, el cual procedería de la ciudad de Ur, en Mesopotamia, y que ante las llamadas de Dios emprende un viaje con su familia hasta llegar hasta lo que será Israel. De Abraham nace Isaac y de Isaac nace Jacob. Éste último tendría doce hijos, que darían lugar a las doce tribus de Israel. Estas tribus viajan a Egipto y allí son sometidas a esclavitud hasta que son liberadas por Moisés (“¡Deja ir a mi pueblo!”). Los israelitas escapan de Egipto y vagan por el desierto del Sinaí, perdidos, durante cuarenta años, hasta que Josué logra sacarlos de allí y llevarlos a la “tierra prometida”… que no está vacía, ni mucho menos, así que hay que conquistarla por la fuerza. No obstante, la toman rápidamente, habiendo pocos episodios bélicos.

Sobre la historicidad de estos relatos sagrados, hay muchos acontecimientos verosímiles, pero hay ciertos detalles que levantan sospechas. Pondremos aquí algunos ejemplos.

La mayor parte de los detalles que informan sobre la forma de vida de los patriarcas es creíble, pero hay muchos anacronismos. Por ejemplo, se hace mención a la utilización de camellos, y este animal no fue domesticado hasta finales del segundo milenio antes de Cristo, y no se usaron de forma masiva hasta bastante después del año 1.000 a C. (recordemos que la vida de los patriarcas, si tenemos que cuadrarla con los hechos históricos, habría que situarla bastante antes del 1.100 a. C.). Isaac en cierta ocasión se encentra con un rey filisteo, de nombre Abimeles, pero los filisteos, asentados en Canaán sobre el 1.200 a. C., no poseen ciudades prósperas (lo bastante importantes como para consistir un estado con un monarca, vaya) hasta los siglos XI y X a. C. (entre el 1.100 y el 900 a. C.). Son mencionados también los arameos, pero éstos no son un grupo étnico diferenciado antes del 1.100 a. C., y realmente no llegan a tener importancia hasta el siglo IX a. C. con la aparición de los reinos arameos. En fin, hay muchos detalles que se atribuyen a una época muy anterior a la que realmente corresponden, lo cual evidencia que son relatos construidos a posteriori, en los que, como es lógico, los narradores utilizan la información del mundo que ellos sí conocen.

Otro suceso de dudosa veracidad es la huida de Egipto. Ninguna fuente egipcia habla de un grupo de israelitas antiguos, aunque sí hay testimonios de Israel como grupo en Canaán. Es difícil acreditar que pudiesen haber pasado desapercibidos por las fortalezas egipcias del Sinaí, y tampoco hay ningún resto arqueológico que demuestre la presencia de un grupo tan numeroso. Asimismo, es difícil de creer la rápida conquista del territorio de Israel. Canaán estaba férreamente controlado por los egipcios. Es casi inconcebible que pudiesen conquistar ciudades fieles a Egipto sin que éste interviniese. Y además, algunas de estas ciudades ya no existían en esa época.

Al margen de todas estas especulaciones literarias… ¿qué es lo que sabemos de cierto, con las pruebas físicas en la mano? La arqueología indica que hay restos que demuestran que en el siglo XII a. C. (1.200-1.100 a. C.) comienzan a aparecer un gran número de asentamientos en las tierras altas de Canaán que parecen responder a la necesidad de sedentarización de las poblaciones cananeas trashumantes (nómadas dedicados al pastoreo). Se datan unos 250 asentamientos. Se vieron obligados a volverse sedentarios y practicar la agricultura ante la llegada de los pueblos del mar. Y los asentamientos hebreos son ya reconocibles por un rasgo distintivo: el no consumo de cerdo.

Bueno, y me diréis: “¿Y qué? Existen miles y miles de ejemplos de acontecimientos históricos manipulados y tergiversados, bien a propósito o bien por desconocimiento, y miles de mitos y leyendas que a lo largo de la Historia se han erigido como hechos verdaderos para justificar actos, imperios y demás calamidades del hombre”. Bueno… es verdad. Yo solamente vengo a plantearos éste en concreto como uno sólo de tantos que podría haber planteado. Pero también lo traigo como tema de actualidad y ejercicio de reflexión: ved que la Historia siempre se repite. Los israelíes conquistaron –en teoría- Canaán a sangre y fuego porque Dios les prometió vivir allí… y mira tú por dónde, hoy en día Palestina está muriendo porque tras la Segunda Guerra Mundial pasó algo parecido (Imagen 2)… Por último, lo que trato de explicar es que, pese a que la religión ha sido sostén del hombre en política desde el albor de los tiempos, muchos de nosotros consideramos hoy en día que eso ya no es en absoluto admisible, pero para nuestra eterna desgracia todavía quedan vestigios de ello en la actualidad, y yo me pregunto: ¿no es acaso algo peligroso enarbolar una legitimación ideológica en base a una religión cuyos dictados más importantes se recogen en un libro escrito por el hombre y que, precisamente por haber sido escrito por el hombre, se ha demostrado que es falible e imperfecto? El punto al que voy es: ¿Ofrece confianza la religión cuando ese libro sagrado que se supone que ha sido inspirado por el Altísimo contiene información que claramente es errónea? Podrá alguien decir que son únicamente detalles, que ello no cambia el mensaje del Libro en sí, y eso es verdad, innegablemente, pero el hecho es que eso debería quitarle al armazón ideológico que se construye a partir de ese libro la capacidad de legitimar nada más allá de unos ideales abstractos.

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Con esta última parrafada he dejado ya de hablar únicamente de Israel, y hablo en general de cualquier realidad similar y de cualquier religión, sea la de la Torah, la de la Biblia, la del Corán o cualquier otra. También he de advertir que hablo de política, y no de personas. Todos sabemos (y en España lo sabemos muy bien) que lo que piense un Estado y lo que piensen sus ciudadanos puede ser algo muy distinto. Quenadie piense que antes he acusado con el dedo a los israelíes, la mayoría de los cuales, me imagino, solamente tratarán de vivir tranquilos. A quien ataco es a las cúpulas de poder que retuercen, manipulan y utilizan el pasado a su antojo. Tampoco penséis que cargo contra la religión en sí. No niego la existencia de Dios, y que cada uno crea en lo que quiera. Lo que no puede ser es que incluso la religión sea utilizada por el ser humano para lograr sus viles propósitos.

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