Hace unos días mi club de lectura volvió a reunirse para comentar una de esas obras que nos gustan tanto, una de esas en las que te atrapan las emociones y se implica el corazón.
El resumen general y significativo es que el libro nos ha gustado. La novela tiene para mi gusto una prosa deliciosa. Es una historia contada en tres tiempos por tres personajes de distintas generaciones de una misma familia. Creo sinceramente que la autora ha conseguido hilar muy bien los jirones de vida desgranados por esas tres personas, y que ha logrado que cada parte del puzle vaya casando al final, en un argumento sólido. En la novela quedan perfectamente reflejados el contexto espacial y social de cada uno de los personajes, a pesar de vivir en épocas distintas. Si a lo dicho unimos que una de las tres mujeres que protagonizan el relato es escritora de cuentos de hadas, todo parece confabularse para dar a la literatura un punto de magia que crea el ambiente tenue que hace encantadora la lectura.
Ahora, eso sí, para mí el fallo principal está en la intriga. La sinopsis nos promete este argumento: “En vísperas de la Primera Guerra Mundial, una niña es abandonada en un barco con destino a Australia… Un siglo después su nieta Cassandra descubrirá finalmente la verdad sobre la familia y resolverá el misterio de la niña desaparecida”.
Yo creo que esta vez como en otras ocasiones, la mano o la mentalidad de hacer caja de la editorial le hace un flaco favor al libro. Si solamente se limitara a contar la crónica de la familia, el círculo sería perfecto. Pero la novela se vende al público como una historia oscura con un secreto sin resolver que desde mi punto de vista es tan evidente que me pasé medio relato esperando que al final hubiera un giro imprevisto, algo que me dejara realmente con la boca abierta…pero no ocurrió. Puede ser, eso es verdad, que yo tenga demasiado graduada la visión de leer novelas de intriga porque me encantan. Creo que en el fondo, la literatura en estas cuestiones se parece mucho a las matemáticas o la cocina, materias en las que alguien, con el ojo acostumbrado, puede averiguar solamente observando los ingredientes o las características de la ecuación, cual va a ser el resultado final del problema planteado o el guiso elegido.
Por lo demás, libro recomendable para pasar buenas tardes y para entender, como moraleja, que el dinero no da la felicidad y que la vida es una noria que gira de la que es imposible apearse.
M. Carmen Orcero. Autora de A la sombra de los Tamarindos.