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Pluma y tintero: Brujas y Monstruos

Vamos con la segunda entrega de la historia escrita expresamente para esta revista por Paula Sampayo, que nos sumerge de nuevo en su peculiar mundo de fantasía y misterio. ¡No paséis mucho miedo!

Capítulo 2ª

Aquel era un mesón de categoría. Un viejo molino restaurado, en medio y mitad de un robledal centenario, de esos que solo encuentras en los cuentos de fantasía o de paseo por mi añorada Galicia. Como el día había sorprendido soleado y tibio, nos dieron una mesita en el jardín, al lado del torrente de agua brava que otrora diera vida también a las muelas de granito que aún se veían, cubiertas de musgo, sobresaliendo por debajo del edificio. Un camarero trajeado y de buenos modales nos servía vino blanco y nos ofrecía cigarros cubanos. Mi acompañante, un señor de pelo canoso, traje de sastre y reloj de bolsillo, cataba y daba el visto bueno con una inclinación de cabeza. ¡Cuántos y qué buenos recuerdos tenía yo de aquel caballero! Su nombre, Luis, estaba cincelado muy pulcramente en mi memoria. Casi me dolía saber que no le conocía de nada. Habría sido un marido muy de mi gusto.

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Unos niños pequeños correteaban alrededor, molestando a las ranas que de vez en cuando saltaban a tierra. Una preciosa niñita pelirroja me trajo una trenza de flores que ella misma había hecho. Mirando aquel bullicio de juventud y paz me invadió una ira terrible y melancólica, de esas que arrasan ciudades a fuego y sal sin amainar lo más mínimo. ¡Cúanto había deseado yo tener hijos, nietos y una gran familia! ¿Qué maldito desgraciado podría estar jugándomela de esa manera?

Miré a los ojos a aquel falso amor de mi vida mientras bebía un poco de vino. Estaba prolongando aquel paraíso a propósito, me daba cuenta, y así se lo hice saber.

— Una jaula de oro impresionante. Me da pena pedirle que la abra.

Por supuesto no se inmutó. Con la misma clase que hasta entonces, me rellenó la copa y me encendió uno de los cigarrillos. Sólo entonces me respondió.

— No veo el porqué, si tanto le agrada, de romper algo tan hermoso.

En cualquier otra circunstancia le habría partido la cara de un derechazo a la napia bien encajado, pero eso no habría quedado bien en la estética general del cuadro. El respeto a los artistas y sus obras es fundamental.

— Descubierta la farsa, muerta la magia — me limité a parafrasear.

Ahora fingió desconcierto.

— ¿A qué se refiere con eso? ¿Algo en el servicio no es de su agrado?

Tomé algo más de vino (estaba delicioso, así que, falso o no ¿por qué no aprovechar?). Me tomé un momento para respetar el ritmo de aquella escena y entonces pregunté con la voz más cándida que pude:

— Por favor, querido, pronuncia mi nombre. Me gustaría oirlo de tus labios en una ocasión como esta.

— Claro que sí, Elena.

Todo en mi ser reconoció ese nombre como verdadero. Mira tú por donde, me fueron a bautizar en un ensueño. Una pista para el lector despistado: Yo jamás he tenido nombre. No uno que fuera el mío, por lo menos. Llamar me han llamado de muchas maneras.

Observando con cuidado todo aquello, había datos que habían sido extraídos directamente de mi subconsciente, porque ni yo misma habría podido darlos. Aquella niña, por ejemplo, sin haberla visto nunca, ni siquiera sin haberla pensado, cumplía todos los requisitos para ser una nieta perfecta. Mi nieta perfecta. Y por cómo yo misma reaccionaba a las imágenes, o cómo pasaban unas y otras (el camarero aparecía sólo cuando se le necesitaba y nadie se sorprendia)… vamos, que tenía todas las papeletas de ser un paisaje onírico. Un sueño diseñado para alguien del que no se sabe que no sueña. Una chapuza.

El hecho de que pudiera racionalizar que era un sueño indicaba que la conexión, sea del tipo que fuera, sólo tenía efecto a un nivel muy profundo de la psique. También cabía la posibilidad de estar ante un retorcido arquitecto, y que mi supuesta racionalización sólo fuera aparente. O dicho de otro modo: igual estaba soñando que era consciente de un sueño. Pero sólo plantearlo me daba dolor de cabeza. Francamente, no me apetecía pensar más de lo que había pensado el artífice de todo aquello.

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Se me ocurrieron unas cuantas travesuras para divertirme en aquella realidad virtual. Pero no tenía claro cuánto control tenía allí, ni cuánto estaba expuesta. Lo primero era crear alguna defensa mental: Si podían extraer contenidos de mi mente, aún los más primarios, que todo fuera un caos ininteligible. Más. Era fácil para alguien entrenado como yo. Y sí, la cantidad de alucinógenos que manipulé a lo largo de mis varios siglos de vida también ayudaron.

Luego procedí a verter los oscuros miedos de la humanidad en algo tan frágil e inestable como es un producto residual de la imaginación. Tampoco me pasé demasiado. Hace mucho, mucho tiempo, me daban pavor las arañas y cucarachas. Lo recuperé de la espesa amalgama de posos y costras que debía de ser mi memoria. Cuando el tal Luis volvió a servirse vino, solo bichejos pataleantes salieron de la botella. No fue ni dificil. Sólo tuve que recrearlo y surgió naturalmente. Era reconfortante sentir como tenía de nuevo el control. Movida la ficha, solo quedaba esperar el juego del contrario. Simple y elegante, los actores cumplieron su papel. Los niños que lo vieron gritaron. Luis dejó caer la botella y  llamó al camarero con su mejor voz autoritaria.

El camarero acudió raudo, esta vez respetando las reglas espaciotemporales y recorriendo todo el paseo desde el molino hasta la mesa. Se hizo rápidamente cargo de la situación. Cuando abrió la boca para disculparse, solo arañas y cucarachas salieron de su boca.  Como si su cuerpo fuera un surtidor de insectos que no da abasto, pronto empezaron a brotar también de su nariz, ojos y demás orificios. Era una manguera estallando por la presión interna. La expresión de asco y miedo de Luís no tenía precio. Tu turno, campeón.

Mientras miraba complacida el espectáculo, me asaltó una duda interesante. Radical incluso. ¿Qué era lo real? ¿Y si lo que yo creía un sueño era el mundo real y yo solo una pobre demente incapaz de distinguirlos? Toda aquella paja mental de lo que yo creía la realidad ¿No era en verdad mucho más bestial, mucho más insana y absurda que un hombre muriendo trágicamente por culpa de insectos? Y de repente me acordé. ¿Un trasgo que vive infiltrado en un mundo que no es el suyo bajo otra apariencia muere de un ataque al corazón? Venga ya. Eso no se lo cree nadie.

Bien jugado. Si no fuera tan pretencioso me la colaba. Durante cuatro o cinco segundos me paralizó el miedo a la locura. ¡Ah! ¿Pero a estas alturas aún no se dieran cuenta? Yo ya estoy muy loca, y eso (ya) no me da miedo. Amenacé con  tomar el control de esa pequeña realidad, y esa realidad se defendió con la Gran Duda. Un all in a la duda devastadora, impresa en lo más hondo del ser consciente, tan hambrienta que todo se lo traga… hasta a sí misma si la dejas. Y eso fue lo que pasó. Dudé de la duda. Porque esa duda tampoco era real. Volví a tener la farsa cara a cara, sin más distorsión que mi propio caos mental.

Y en ese momento sí me pasé. Me erigí como diosa y hacedora de todo cuanto tuve alcance. Exploré los límites sin preocuparme de encontrar una salida. Permití (o creí permitir) a la Duda aguijonearme de vez en cuando, solo para autocomplacerme destruyéndola o superándola. ¡Qué facil es romper las reglas de un juego que tú escribes y reescribes a tu antojo! Ya no había actores, sólo marionetas. Cogí aquella jaula dorada y la convertí en mi jaula oscura, a imagen y semejanza de mi alma, si es que aún me quedaba una poca. Eso viene a ser la soberbia: un poco de poder en alguien que no está capacitado para manejarlo.

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Dicen que hay personas a las que su oficio aliena y acaban viviendo por y para él. Los que dicen eso, pobres mortales, es porque nunca tuvieron la oportunidad de conocer a un dios. Un dios pequeñito, como yo, entiéndase. Un dios Dios, sería tan perfecto, tan bueno, tan bello, tan sabio, tan tan tan tan… que parecería una campana. Es más, sería tan Dios, que no podríamos ni hablar de él. Así que dejémoslo estar ahí quieto, en el inofensivo limbo de los conceptos.

Pero no nos vayamos del tema: estábamos en la parte en la que me tendieron un anzuelo y yo me lo tragué enterito, con el sedal y la caña de paso. Un rato al menos. No sabría precisar cuánto… las leyes y los sueños no se llevan bien.

Podría decir que lo dejé cuando quise porque yo controlaba. Pero no sería del todo franca. Más bien lo dejé

cuando se me acabó la droga. Por suerte para mí, era un mundo finito. Hecho a prisa, me atrevería a decir. Lo acabé consumiendo todo. Y cuando no dió más de sí, sólo entonces, decidí despertar. Y aún así me costó. No es nada complicado despertar voluntariamente de un sueño cuando sabes que lo es. Pero para entonces ya estaba muy débil físicamente.

Porque mientras yo andaba de turismo dándomelas de todopoderosa, mi cuerpo terrenal seguía en algún sitio, muriéndose lentamente de hambre y sed. Con lo lista que soy, no me paré a pensar en ello hasta que ya no había vuelta atrás.

Cuando conseguí entreabrir los ojos, sobra decir que todo era muy confuso, desordenado y doloroso.  La penumbra y la humedad no ayudaban. Mi lengua parecía cartón viejo…

Sólo lograba escuchar un zumbido penetrante que parecía dentro de mi cabeza. Al tomar una bocanada de aire me atraganté con polvo, y al contraer los pulmones para toser, creí que me estallaban. Más bien que  me apuñalaban. Menuda aventura. Para haberse matado.

Intentar reconstruir cómo había llegado ahí, o donde estaba o cualquier cosa referente a la vida, era peor que una mala resaca. Que veinte malas resacas.

Aunque no distinguía formas claras, sí veía lo que me pareció una rendija de luz colándose por algún sitio. Me arrastré como pude hasta allí. El esfuerzo de mover los músculos supongo que activó la circulación sanguínea y eso hizo que la maquinaria empezara a funcionar en servicios mínimos.

La buena noticia era que podía moverme. La mala que dolía. Todo.

Llegué hasta la rendija. Tenía toda la pinta de pertenecer a una puerta. Pero quedaba todo muy lejos. Noté como un reguero mojado que se filtraba por debajo. Me dio igual que estuviera mezclado con tierra o lo que fuera. No se me ocurre mejor momento para perder los escrúpulos. Conseguí humedecer un poco la boca.

En unas pocas horas hasta podía incorporarme y todo. Cuando por fin me enfrenté a aquella puertecita titánica, no estaba cerrada. Un tiempo después, cuando volví a fijarme en ella, me di cuenta de que llevaba años sin estarlo de puro viejo. En ese momento sin embargo, sólo fui capaz de prestar atención al fogonazo fulminante de Sol en plena cara.

El fogonazo de verdad llegó justo después, cuando conseguí acostumbrarme a aquel despilfarro de luz: El puto molino. Estaba en el puto molino. Sin restaurar, por supuesto, y calléndose a cachos. Pero todo lo demás era exacto. El bosque, el agua brava, los regueros de piedra. Hasta había un jocoso cartelillo en el que se podía leer “Mesón” debajo de una buena dosis de óxido.

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Me senté al fresco, a recuperar el aliento de días. Intenté no pensar hasta no recuperar un poco las fuerzas, pero fue imposible. Todo me volvía encima, a la vez. En vez de imágenes parecían perros alrededor de un único comedero. Luís, la nieta que nuca tuve, la nieta adoptiva que en efecto tenía,  un trasgo muerto. Una investigación alrededor de un trasgo muerto y posibles aliados. Entrevistas aburridas con gente aburrida que llevaban a ningún sitio. Un  oportuno y más que curioso vacío. El mayor artificio psíquico que tuve el honor de presenciar. Así expuestas en orden las premisas saqué dos o tres conclusiones (en realidad saqué unas cuantas más, pero al paciente lector le resumiré las que me parecen más relevantes):

La primera es que sería imbécil si creyera que no encontré algo al investigar, por mucho que de buenas a primeras no lo recuerde.

La segunda, que ese algo no quería ser encontrado.

La tercera, que puedo contarlo porque ese algo se dio cuenta de mi particular maldición con los años y no le importó que eso fuera así. Que alguien me permita vivir no es algo que me entusiasme.

La cuarta es que ya voy vieja para según qué cosas.

vieja continuara

 

Paula Sampayo Barros

 

 

 

 

 

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