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Desmitificando la Edad Oscura

Edad Oscura, los siglos tenebrosos, dos nombres tétricos que hacen referencia a un período que la mayor parte de la sociedad relaciona con toda una serie de términos y adjetivos negativos. El propio nombre más común que reciben estos siglos, la Edad Media, es en si mismo un nombre con un cierto sentido peyorativo. Algo que no es de extrañar ya que los propios creadores del término lo idearon con esa intención. La Edad Media, un largo hiato de siglos de duración cuyo mismo nombre no hace referencia a si mismo, sino a su relegada función de mera señal en el camino, marcando el fin del mundo antiguo a un lado, y la llegada del Renacimiento y la Edad Moderna al otro. Unos siglos de barbarie, fanatismo, decadencia cultural y económica, un escoyo imperdonable en el perfecto ascenso del progreso humano. Quizá no tanto, pero no es eso lo que pensaban buena parte de los intelectuales del Renacimiento que acuñaron el término buscando un rechazo de su pasado más próximo, o de los positivistas del XIX que veían en esos siglos una pausa en el aparente contínuo progreso de la humanidad. Esa carga ideológica sobre lo «medieval» sigue presente en nuestros días, algo que es tan fácil de ver por el uso que se hace del término como algo retrógrado, anticuado, violento y arcaizante. Sin embargo, a pesar de la carga negativa, la Edad Media sigue fascinando a un importante número de personas. Desde las ferias medievales a Juego de Tronos o la novela histórica, hay una imagen colectiva de algo difuso pero presente a lo que se llama Edad Media. Una era que se visualiza como de caballeros, monjes y campesinos, a la que a pesar de que se le atribuyen toda una serie de elementos negativos sigue resultando atractiva. En este artículo me gustaría reflexionar sobre dos cosas, primero ¿que es la Edad Media? Y segundo ¿Es cierta la visión existente de estos siglos como una época oscura, terrible, uniforme y gris?

Convencionalmente, desde el punto de vista tradicional de la historia, se entiende que la Edad Media es un período histórico que va desde la deposición de Rómulo Augusto como último emperador romano de Occidente en el año 476, hasta la caída de Constantinopla en el año 1453, o la llegada de Colón a América en 1492. El problema que tienen este tipo de divisione;, que ya de por si son artificiales, es que intentar dividir la historia de la humanidad en espacios estancos uniformes carece de sentido. No es solo ya el hecho de que la influencia de la caída de Constantinopla o del descubrimiento de América va a ser muy distinta en Hungría o Egipto que en Portugal o Castilla, sino que estos procesos no marcan un antes y un después para la gente que habitaba las ciudades y pueblos del siglo XV. La flota capitaneada por Colón no llegó a América diciendo «¡Se acabó la Edad Media!», ni tampoco lo pensaron los mercaderes venecianos que presenciaron la toma de la ciudad de Constantino. La Edad Media, al igual que muchas otras cosas en una sociedad humana, es un constructo ideológico, utilizado en este caso por los historiadores como una marca de señalización.

Los primeros y únicos en tener en la cabeza la idea de «Edad Media» fueron los renacentistas italianos, que veían la Edad Media como un período molesto e incómodo, que estaba en medio de la grandeza de Roma, y de sus intentos por rescatar y reavivar la cultura clásica. Algo, que por cierto, habría sido imposible sin la labor de conservación y copia hecha por monasterios, universidades, escuelas e intelectuales durante el período medieval. La Edad Media no era algo que los europeos del siglo V al XV entendieran como el tiempo que estaban viviendo, fue un invento de aquellos que criticaban todo lo que venía de atrás. Visto que realmente no era algo que estuviera en la mentalidad de la gente que habitaba en ese momento ¿Que sentido tiene utilizar el término entonces? Bueno, igualmente que era una convención para los historiadores en el pasado, lo sigue siendo hoy en día. Aunque quizá entendemos más que no se trata de la deposición de Rómulo Augusto, o el descubrimiento de América, sino de toda una serie de transformaciones sociales, económicas, políticas e ideológicas que ocurren en el siglo V y posteriormente en el XV-XVI y que marcan el principio o el fin del período. Algo que no quita que dentro del propio período se produjesen otras tantas transformaciones que también podrían ser catalogadas como períodos propios. Y es que, el siglo VI y el siglo III, poco se parecen al XII y el XIII, por mucho que ambos estén dentro de la Edad Media. Se trata pues de un término establecido con la intención de darle un nombre uniforme a un período, que mezcla algo de realidad histórica sobre el terreno, con un poco de convención práctica entre historiadores para darle nombre a lo que nos estamos refiriendo. Algo que por supuesto se hace, y es necesario hacer, aunque manteniendo subdivisiones dentro de la Edad Media. Se suele diferencia así entre dos, o tres etapas. La Alta Edad Media, del siglo V al X, la Plena Edad Media, del siglo XI al XII, y la Baja Edad Media, del XIII al XV. Otro problema que tiene este concepto de Edad Media es que solo tiene sentido desde un punto de vista europeo, algo que lastra enormemente nuestra comprensión real de la historia de la humanidad, ya que si estas divisiones si tienen sentido en Europa Occidental, basta con irnos solo a Europa Oriental o Oriente Medio como para encontrar problemas en ella. No digamos ya el poco sentido que tiene aplicado para India o China. La Edad Media es por tanto, un término convencional, subdividido, que mezcla realidad con acuerdo académico, y que como la mayor parte de los períodos en los que dividimos la historia parte de unos supuestos brutalmente eurocéntricos. Eso es la Edad Media, un nombre abstracto en el que confluyen realidades históricas con convecionalismos académicos. El que me haya parado a analizar y explicar sobre este término, y a remarcar su construcción como idea posterior a los acontecimientos que nombra, es precsiamente debido a esa sobreutilización que se hace de lo «medieval». Como decía al principio del artículo, la Edad Media, se convierte en el imaginario popular en un cajón de sastre donde meter toda una serie de ideas, concepciones y actitudes que luego aplicar para nombrar múltiples contextos. El principal problema que conlleva esto es que genera una plomiza sensación de homegeneidad. Todo aquello que es medieval, parece que entra automáticamente en el mismo saco de violencia, sociedad feudal y atraso cultural. Y la Edad Media, al igual que no es tan oscura como muchos piensan, tampoco es ni mucho menos homogénea. Simplemente por el hecho de que estamos hablando de mil años de historia, trabajamos con un período muy dilatado, diverso y con muchos matices.

Hablando de matices, creo que si algo; además de su estructura y periodización, cabe matizar de la Edad Media, es la visión de esta como un período tétrico y decadente, en el que no pasa nada bueno y que siempre parace peor que cualquier cosa con la que lo compares. Pero es que la Edad Media, no es ni más oscura, cruel o terrible, que cualquier otra época de la historia de la humanidad, es igual de mezquina, violenta y decadente, que casi cualquier otro punto de 5000 años de historia. Al mismo tiempo, es un período donde hubo avances, transformaciones, cambios y legados para el futuro. Entiendo que esto es una respuesta tibia, casi que parece a medias, como que no me atrevo a plantearla ¿Esto no fue tan malo porque todo el resto también lo fue? Intentar decir que la Edad Media no es un período tan oscuro como a veces se piensa solo con esto, es cuanto menos pobre. Por ello, no solo voy a quedarme con esta reflexión inicial, sino señalar tres concepciones erróneas; de muchas que se podría, que existen sobre estos siglos.

«¡Los romanos vivían más y mejor que la gente de la Edad Media». Falso, al menos parcialmente. Si bien es cierto que las élites urbanizadas romanas gozaban de unas comodidades y una esperanza de vida tremenda, esto se daba en el marco de una sociedad esclavista, donde estos constituían un porcentaje mínimo respecto al total de la sociedad. Las condiciones de vida de las clases más humildes romanas no se diferenciaban mucho de las de un campesino del siglo VIII, o XIV, o XVIII, sin embargo en Roma si había un grupo muy numeroso con unas condicones de vida todavía inferiores, los esclavos. La esclavitud existía en la Edad Media, pero con unas condiciones muy distintas, y cuanto más nos alejemos del período romano su importancia será cada vez más minoritaria, y acabará pareciendose muy poco a la esclavitud del mundo antiguo. Es muy fácil señalar que la sociedad romana gozaba de unos estándares de vida altísimos si se ignora que un 20-30% de la población eran considerados bienes, dispuestos a ser vendidos, trasladados y explotados.

«¡Pero los campesinos medievales no vivían mejor que los esclavos, eran esclavos de sus señores!». Falso, desde luego dependiendo de que siglo estemos hablando. La mayoría de comunidades agrícolas europeas antes del siglo XI-XII gozaban de un enorme grado de independencia interna, y estaba formadas en su mayor parte por gente libre. Si, gente libre, que tenía propiedad de la tierra que cultivaba. No será hasta bien entrado el siglo XII cuando se generalicen los contratos «feudales», en los que los propietarios ceden la tierra al monasterio, y se convierten en dependientes del señor, ya fuese secular o eclesiástico. Y aunque esto se hacía en ocasiones de forma violenta o bajo coacción, en muchas ocasiones eran los propios campesinos los que buscaban convertirse en vasallos, buscando la protección de sus señores. «¡Es una era de decadencia cultural». También falso, ya que aunque aquí si hay un cierto retroceso en comparación con los siglos precedentes, tildar al período medieval como de decandencia cultural es poco menos que anacrónico. Para empezar porque fueron ellos los que preservaron la mayor parte de los documentos y textos romanos que hoy conservamos. Pero independientemente de la importantísima labor de conservación de textos clásicos, durante el período nunca dejaron de producirse manifestaciones culturales, no se dejó de escribir, ni de construir, ni de esculpir, ni de crear. Desde los cantares de gesta a las catedrales góticas la Edad Media producirá toda una serie de representaciones artísticas con signo propio.

Una última consideración que me gustaría hacer, es que además estos argumentos que descartan la carga negativa que se asocia con la Edad Media se aplican precisamente a la parte más «atrasada». Si levantamos la vista de la Europa cristiana occidental podemos ver ciudadades como Córdoba o Constantinopla eran metrópolis gigantescas, con servicio de agua, bibliotecas, y pocas cosas que envidiar de las urbes romanas. En Oriente la cultura urbana y la influencia romana directa quedó preservada durante mucho más tiempo que en Occidente, y hablar de una era de decadencia y declive no es ya anacrónico, sino totalmente imposible. Mi conclusión es que la Edad media antes de todo, es algo difuso y una realidad solo en el papel, y que aunque la proyectemos como algo cierto dista mucho de ese período oscuro y terrible como nos han contado.

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