Saludos gélidos y entumecidos, cinéfil@s.
Entre curro temporal y curro (todavía más) temporal, aprovecho para hacerme notar en el ciberespacio y traeros, una vez más, la información sobre esas cintas que no suelen estar apoyadas por una gran distribuidora ni tener una elaborada campaña publicitaria y, para qué engañarnos, que probablemente ni siquiera lleguen a la mayoría de salas de nuestro país.
Paradójicamente, hoy voy a empezar por hablaros de un largometraje con un respetable elenco de actores conocidos – de moda, incluso – pero de la que no había oído ni hablar hasta que me puse a rebuscar contenidos para la sección. En mi defensa, he de decir que apenas veo la televisión pero, dada la temática del film, no me extrañaría una ausencia abrumadora de cobertura mediática.
Spotlight relata la historia real de la investigación realizada por el equipo de la sección homónima del Boston Globe en el seno de la Iglesia Católica de la ciudad partiendo de múltiples acusaciones y alegatos de abusos sexuales a menores por parte de miembros de la institución. Sus pesquisas les llevaron a descubrir todo un entramado de ocultaciones que venía de mucho más atrás de lo que se sospechaba, el cual se articulaba entre las altas esferas religiosas, legales y políticas de Boston. El caso tuvo repercusiones a nivel internacional y les grangeó, además de multitud de enemigos, un premio Pulitzer.
En cuanto al reparto, como decía, cuenta con nombres de la talla de Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Stanley Tucci o un casi irreconocible Liev Schreiber, presentándonos una historia de periodismo de investigación como hace tiempo que no se veían y que muchos sitúan ya a la altura de Todos los hombres del Rey.
El escritor y director Shamim Sharif nos trae Cuando cae la nieve, un drama ambientado en el Moscú de los años ’50 en plena Guerra Fría.
En la cinta Katya (Rebecca Ferguson) es una soviética aparentemente comunista que, en realidad, trabaja espiando para el gobierno de EE.UU. Un buen día, le asignan la importante misión de conseguir información clasificada de un prometedor nuevo miembro del gobierno ruso llamado Alexander, interpretado de joven por Sam Reid.
Sin planearlo – porque eso nunca se planea – se enamora de su objetivo, lo que la pone en una dificilísima y conflictiva situación cuya solución pasa por realizar un tremendo sacrificio que Alexander no descubrirá hasta que pasen otros treinta años, momento en el que lo encontramos con los rasgos de Charles Dance (más conocido estos días como Tywin Lannister).
Una prometedora historia de espías de un director acostumbrado a tratar relaciones peliagudas en épocas poco apropiadas.
Volviendo al periodismo, toca ahora una historia menos habitual aún y, desde luego, menos conocida, ya que nunca llegó a publicarse.
James Ponsoldt dirige The end of the tour, una historia sobre la entrevista entre el aclamado escritor David Foster Wallace, que venía de publicar su gran novela épica La broma infinita, interpretado por Jason Segel (si, ese Jason Segel) en el que algunos dicen que es el papel de su carrera, y el reportero de Rolling Stone David Lipsky, al que da vida – y, al parecer, lo hace bastante bien – Jessie Esienberg.
En realidad, no se trata de una historia en el sentido tradicional del cine, sino de la recreación de un cara a cara de cinco días de duración lleno de tensiones, en el que se desarrolla una extraña relación entre ambos interlocutores, se revelan debilidades ocultas, se esquiva, se sugiere y, en definitiva, nunca acaba de quedar claro como de sinceros son el uno con el otro.
Personalmente, aunque ninguno de los dos – sobre todo Eisenberg – sean santos de mi devoción, estoy dispuesto a darle una oportunidad a esta arriesgada apuesta fílmica.
El solvente realizador italiano Nanni Moretti vuelve con Mia Madre, en la que Margherita Buy encarna a una directora que rueda una película con un conocido actor estadounidense (John Turturro) mientras ha de lidiar con su moribunda madre, la adolescencia de su hija y la eterna irreprochabilidad de su hermano, todo ello en medio de su propia crisis existencial.
Y de un drama que se debate entre lo personal y lo profesional a uno puramente familiar.
Mi perfecta hermana cuenta, desde la perspectiva de la pequeña de once años Stella, los desencuentros familiares que se dan cuando se va descubriendo el secreto de la anorexia de su hermana mayor Katja, una talentosa y hermosa patinadora adorada por sus padres y admirada por su hermanita. Tanto toma Stella a su hermana como referencia y tanto la observa para guiarse por los inminentes caminos de la adolescencia, que es la primera en percatarse de su trastorno y se ve obligada a mantener el secreto, con todo lo que sabemos que eso conlleva, por el miedo a que destruya a su familia.
No puedo terminar esta pieza sin hacer referencia a El hijo de Saul, título que sonará a más de uno debido a su nominación al los Oscar de este año, entre otros galardones. No es una película para cualquiera, como la mayoría de cintas ambientadas durante el Holocausto Nazi, pero quizá sea una de las más originales.
El debut en la realización de László Nemes relata dos días en la vida de un trabajador de los hornos crematorios de Auschwitz, que rescata el cuerpo de un niño al que toma por su hijo, del cual apenas se ocupó cuando estaba vivo, y se obsesiona por encontrar un rabino para oficiarle un entierro digno, en medio de los planes de fuga de los demás trabajadores, sabedores de que pronto los ejecutarán también a ellos.
Se que, esta vez, he venido cargado de drama. No era mi intención pero, al que le pique, que se rasque. El invierno es frío, húmedo y lúgubre y, en Galicia, no se conforma con los huesos, no; se mete hasta el alma. A ver si en febrero hay otro clima.
Hasta la próxima.