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Columnistas: La transfobia nos puede matar a todos

El día 24 de diciembre Alan decidió dejar este mundo. Era un adolescente trans de 17 años. Su familia le apoyaba y recientemente, gracias a la ayuda de sus padres, un juez había aprobado su cambio de nombre. Gracias a eso, en su DNI aparecía su nombre, y no el otro nombre que sus padres le habían puesto cuando era demasiado pequeño para preguntarle si le parecía bien.

Pero Alan llevaba a sus espaldas una larga historia de acoso escolar, que ya le había llevado a tener que ser ingresado por depresión en el pasado, y que le había ido persiguiendo con cada cambio de instituto que había hecho.

Su familia comunicó lo sucedido el día después, el 25 de diciembre, con una nota de un solo párrafo, que seguramente habrá sido el texto más difícil que haya escrito nadie jamás. Hoy El Mundo ha publicado la primera entrevista con su familia http://www.elmundo.es/sociedad/2015/12/30/5682ca5322601d8c0f8b4632.html, un texto escrito con sensibilidad y respeto que nos permite conocer un poco más cómo era la vida de Alan.

Así, en el gesto de ponerse como nombre Alan, igual que su gata Nala, pero del revés, podemos entender ver que era un muchacho inocente. A lo largo del texto, además, encontramos una y otra vez una pregunta jamás verbalizada: ¿Podríamos haber hecho algo más para evitarlo? ¿Y si el centro de día no hubiese estado cerrado? ¿Y si no hubiésemos cancelado la reunión con los profesores? ¿Y si le hubiésemos desescolarizado? ¿Y si no hubiésemos tenido esas medicinas guardadas en el armario? Ojalá con el paso del tiempo esas preguntas desaparezcan y caigan en el olvido, porque no fueron los padres quienes empujaron a Alan hasta el límite de no poder más.

No fueron sus padres quienes le empujaban contra la pared del pasillo en el instituto. Ni quienes le empujaron para tirarle por las escaleras. Ni quienes le subían la camiseta para verle las tetas y decirle que cómo iba a ser un hombre con un cuerpo así (una afirmación que es muy dolorosa incluso para las personas trans adultas, pues se pone en línea con la educación transfóbica que nosotras también hemos recibido, y que no es tan fácil de desterrar).

Fueron sus compañeras de clase. Estudiantes de un ciclo formativo de ayuda a personas con dependencia. Seguramente en un instituto en el que la mayoría de la oferta formativa está relacionada con la asistencia social y sanitaria.

Es decir, dentro de dos años, esas estudiantes estarán en el mercado laboral.

Luego llega la niñera que golpea a la criatura que llora, la cuidadora que deja que los ancianos se deshidraten mientras se quedan sentados durante horas sobre sus propias heces… Si vives en Cataluña, tienes muchas posibilidades de que una de ellas sea la que cuide a tu padre, a tu hermano, a tu hijo, o incluso a ti, que lees este artículo.

A mi entender, ese curso entero debería ser expulsado con una nota que les impida volver a estudiar o realizar profesión relacionada con los cuidados a adultos o niños. No son aptas para desempeñar la profesión.

Sin embargo, quizá es más sangrante aún lo de los profesores, que ya sabían que se estaba dando una situación de acoso escolar en el centro. Porque no estamos hablando de cualquier profesor, sino de profesores de un curso de ayuda a personas con dependencia ¿Qué clase de profesionales están formando en ese instituto? Y con el dinero de todos, encima. Con los impuestos de los padres de Alan, también.

Ya sería malo que fuesen profesores de un ciclo formativo de mecánica, o de cocina, por poner un ejemplo, y que un alumno no pudiese estudiar porque sus compañeros le agreden (por cierto, las agresiones, físicas y psicológicas son un delito tipificado en el código penal). Pero es que estamos hablando de profesores que tienen que enseñar a sus alumnos a cuidar de quienes no se pueden cuidar de si mismos.

Lo que ha llevado a Alan a no soportar más su vida ha sido el acoso transfóbico, sí, pero detrás del acoso, y de la transfobia, hay mucho más. Es medir a los demás según su fuerza, y reconocer el propio poder frente a los más débiles (en este caso, frente al que es diferente y está sólo frente al grupo). Es decidir usar ese poder para humillar a esa persona, en lugar de usarlo para protegerla. Es actuar sin remordimiento, con una falta de ética que te lleva a creer que quienes son débiles pueden ser abusados. Es olvidarse de que la persona que tienes enfrente es humana, tiene sentimientos, y debe ser tratado con respeto y cariño.

Para los profesores, es muy fácil cerrar los ojos y decir que el mundo está fatal y que los adolescentes están muy mal educados. Que al que no acosan por gordo, lo acosan por orejotas o gafotas, por ser maricón o por ser trans. Hablaremos con los padres, a ver qué se puede hacer. No vamos a suspender a toda la clase para proteger a un solo alumno. Decirle a la víctima que no haga caso. A los padres, y a si mismos, que son cosas de niños.

No son cosas de niños. El acoso escolar nace de la idea de que los fuertes tienen permiso para divertirse a cosa de los débiles. De la idea de que los débiles se lo merecen. Añadir transfobia a esa receta tan sólo sirve para que la víctima sea siempre la misma, y para que el acoso salga de los muros de la escuela y llegue a la calle, al mercado laboral…

Según el Observatorio de Asesinatos Trans, en el año 2015 han sido asesinadas al menos 271 mujeres trans en todo el mundo. Ahí no se cuentan los casos como el de Alan, que fue asesinado de otra forma, ante la vista de todos, y posiblemente de manera impune. Pero del mismo lugar que viene la transfobia viene la mayoría de los abusos a quienes son más débiles.

Por eso, la transfobia nos puede matar a todos.

#TodosSomosAlan

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Sobre el autor: Pablo Vergara Pérez es uno de los activistas y bloggers trans con más relevancia en el estado español. Actualmente reside en Escocia y se prepara para sacar su primer libro, de contenido autobiográfico “Aprendiendo a vivir de otra forma: diarios de un hombre trans.” Puedes recibir todas sus publicaciones dándote de alta en su lista de correo http://www.pablovergaraperez.com/go/alta-en-la-lista-de-correo/

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