Sin rumbo ni capitán, flotando en unas aguas en las que siguen saltando casos de corrupción como alegres pececillos, sigue él país así como a la deriva, a falta de timón que lo dirija. A este desalentador panorama hay que sumarle una tupida niebla a base de propuestas, consensos o sugerencias que más que clarear el ambiente, lo ofuscan, impidiendo ver lo que se aproxima hasta al más avispado vigía, para cuanto más permitir a los que reman ver hacia donde van. Y es que, tal como pintan las cosas, es difícil saber hacia donde vamos.
No se ven firmes acuerdos ni señas de auténticos encuentros en lugares comunes, parecía ahí atrás que el PSOE podía llegar a ponerse de acuerdo con Podemos y otros tantos para formar gorbierno, aún a pesar de los recelos internos de los barones socialistas, no obstante, no termina de concretarse. El PP, por su parte, ni termina de rendirse ni de saber qué hacer.
Hoy es noticia que Iglesias tiende la mano a Sánchez, pero rechaza un trío con Ciudadanos. No se le puede negar que, a bote pronto, son extraños compañeros de cama. Como las tres puntas de un tridente, nunca coincidirán.
Es complicada la situación. La ya conocida como segunda transición será recordada como un punto de inflexión en la democracia española, no como la aburrida sucesión de incertidumbres que está siendo en realidad. Por desgracia, a los que no formamos parte activa de la vida política más que como votantes, sólo nos queda esperar y ver qué queda del barco cuando el oleaje se temple y la niebla se despeje.