Ante todo, mis disculpas por repetir tema. Si lo hago, es porque a través de esta revista y de forma privada me llegaron muchos comentarios a los que me gustaría responder, sobre todo porque, para mi total sorpresa, este texto ha tenido bastante trascendencia al alcanzar las diez mil lecturas…. aunque quizás no debería sorprenderme tanto, si consideramos que en un mes muchos compañeros de primaria y secundaria se estarán examinando.
Quiero advertir también que mis respuestas a los comentarios de los lectores son absolutamente personales. Aunque colaboro con algunos colectivos, pues pienso que no sólo debemos protestar desde la pluma y las redes sociales, en este espacio no hablo en otro nombre que no sea el mío propio.
También comentaré que no citaré mensajes textuales, aunque muchos se pueden ver consultando la entrada anterior, por una cuestión de economía de espacio.
Espero que, estéis o no de acuerdo con mis posicionamientos, las respuestas os resulten interesantes.
En tu texto no reconoces la plurinacionalidad de España. Lo de cerrar las puertas al talento es un razonamiento absurdo porque también se puede decir que a través del idioma cerramos las puertas a gente que viene de otros países.
Sí que reconozco las diferentes identidades, pero en una oposición abierta a todos los españoles no pondría ese bloqueo con las lenguas autonómicas. Lo que haría, si tuviera poder para hacer tal cosa, sería permitir que los opositores se presentaran donde quisieran y, si aprueban en una comunidad con lengua propia, impondría un plazo de dos años para obtener el nivel intermedio en dicha lengua.
Para mí es muy distinto poner esa exigencia como requisito para entrar, cuando el opositor no sabe si va a aprobar realmente o no, que ponerla como requisito posterior, una vez superada la prueba, durante la fase de «funcionario en prácticas».
¿Por qué los profesores no salen a protestar contra la educación descentralizada?
En lo personal, me gustaría que los profesores saliéramos mucho más a la calle, que protestáramos contra muchas más cosas pero, en cierto sentido, hay que aparcar las ideologías personales cuando hablamos de educación. Faltan profesionales, faltan recursos, se cierran aulas, las condiciones de trabajo empeoran… y los niños son los perjudicados. Deberíamos hacernos notar más, pero está claro que cuando salimos a la calle es porque la inmensa mayoría de los profesionales estamos de acuerdo en un punto.
Hay que crear puestos no para los profesores más valiosos, sino para las plazas que se necesitan, nada más.
No digo que no, pero esas plazas deberían estar ocupadas por los profesores más valiosos y es muy probable que no sean esos los que superen con mejor nota el proceso de oposición, que más bien está pensado para cribar salvajemente.
Por otro lado, cualquiera que pase por un colegio se va a dar cuenta de que hacen falta muchas más plazas de las que se convocan. Sólo hay que ver a cuántos interinos se les da vacante (trabajo durante todo el curso) desde septiembre. ¿Cuántas plazas deberían salir y no salen?
Las injusticias que pasan en las oposiciones a maestros también suceden en otras oposiciones.
Totalmente de acuerdo. Que un sistema esté muy extendido, no lo hace más justo, aunque a veces tendamos a pensar lo contrario. Me centré en las oposiciones al cuerpo de maestros porque son las que conozco y me afectan directamente.
Sin embargo, conozco a gente que se presenta por otros cuerpos y que me cuenta cosas tremendas. Por ejemplo, tengo una amiga que se está preparando las oposiciones a juez y, por las cosas que me dice, me parecen algo aterrador porque la memorización llega a tal punto que no se prepara para exponer un tema sino para «cantarlo», como quien se aprende una canción de memoria y luego la interpreta. Y así con una cantidad bárbara de temas. ¿Qué queremos, jueces o grabadoras? ¿Cuánto recuerdan de los temas a los cinco años de haber aprobado? ¿Un juez en activo al que se le examinara por sorpresa sería capaz de superar la oposición? Pensemos.
No es ni medio normal que por una prueba que hagas un día tengas acceso toda la vida a un puesto.
He aquí un interesante problema filosófico. Se supone que la estabilidad del funcionario pretende prevenir la corrupción de quienes trabajan para el Estado, entendiendo que aquellos con condiciones menos estables son más susceptibles a ser sobornados o amenazados. El miedo en los funcionarios puede tener consecuencias muy graves.
No obstante, entiendo que mucha gente cuando se ve estable, se acomoda y que quizá haya que fortalecer los sistemas de inspección o, incluso, plantear otro tipo de examen periódico (distinto al de oposición, con otras connotaciones) a fin de impulsar el que los profesores nos reciclemos.
De todos modos, si de derechos se trata, soy de la opinión (muy personal) de que debemos tender a igualar hacia arriba y no hacia abajo, por lo que, más que precarizar la función pública para equiparar la situación a la de la empresa privada, lo que habría que conseguir o tender a conseguir es que quienes trabajan en una empresa disfruten de derechos similares a los de los funcionarios… y no me refiero sólo a la estabilidad laboral que, como os digo, en la función pública no es oro todo lo que reluce.
No creo que saque próximamente otro artículo sobre este asunto porque tampoco quiero cansar pero, aunque no responda, agradeceré todos los comentarios que se me dejen.
Silvia María Moreno Hernández
Maestra interina por Educación Primaria.
Licenciada en Psicopedagogía.
Coautora de la obra: “Diez criterios para orientar a los hijos al éxito”, distribuida por CCS.
Enlace: http://www.editorialccs.com/catalogo/ficha.aspx?i=4209
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