Un tipo entra en un pub, en el que los clientes eran mayormente gays de origen hispano, y mata a 49 personas, hiriendo a 53 más.
Resulta que el tipo, un tal Omar Mateen, era un ciudadano estadounidense, hijo de un inmigrante afgano, Sediqque Mir Mateen. El muchacho se había manifestado repetidamente a favor de ISIS y otros grupos terroristas islámicos, pero él mismo no pertenecía a uno de ellos.
En una entrevista a su padre, y a través de un video que él mismo ha colgado en Facebook disculpándose, el progenitor del asesino del The Pulse en Orlando explica que su hijo era un buen hombre, con una vida digna, que honraba a sus padres (al parecer el hecho de que maltratase a la que fue su esposa durante dos años no le parece mal a este señor). Sin embargo, de nuevo según palabras de su padre, Omar cambió completamente ese día, a las dos de la tarde, después de ver a dos hombres besándose por la calle. Se volvió loco, y horas más tarde cogió su rifle semiautomático AR-15, comprado legalmente, y se fue al club donde organizó una matanza y un secuestro que duró hasta que el secuestrador fue abatido por la policía.
El padre de Omar dice que lamenta mucho lo ocurrido, que está en shock, y que desea que su hijo no hubiese nacido. También dice que “Dios en persona castigará a los homosexuales”.
Sin embargo, varios testigos señalan que Omar Mateen era cliente habitual de The Pulse, y que tenía citas con otros hombres a través de webs y apps para conocer gente.
Así que, mientras los medios de comunicación mayoritarios aprovechan la nacionalidad del padre de Omar Mateen para redoblar su campaña del miedo y la islamofobia, queda claro que el móvil de este asesinato es la homofobia. Una homofobia que viene de su padre, y que no está asociada a una religión concreta. La homofobia está presente entre los líderes de las distintas creencias musulmanas, judías y cristianas, entre otras religiones, y no está presente entre todos quienes practican y creen en dichas religiones. Una homofobia interiorizada, que te hace odiarte a ti mismo por lo que eres, y te hace explotar y expulsar ese odio hacia fuera, hacia quienes viven sus propias vidas con la libertad que tú no te puedes conceder a ti mismo.
Después de recibir la noticia del tiroteo, hemos tenido que asistir al vergonzoso espectáculo de ver cómo se tapa el móvil, porque reconocer que la homofobia mata requeriría tener que empezar a tomar medidas educativas serias, entre ellas comenzar a frenar decididamente los discursos de fomento de odio que cada vez más campan a sus anchas desde los púlpitos, los medios de comunicación, y, peor todavía, los escaños de los parlamentos democráticos de todo el mundo. Hemos tenido que ver cómo ha habido gente en Twitter celebrando la matanza de Orlando, llegando a decir incluso que matar a un gay no es asesinato.
Todo esto ha ocurrido durante el mes de junio, que generalmente está lleno de eventos dedicados al “Orgullo LGBt” (o, directamente, al “Orgullo gay”, porque ya se sabe que las lesbianas, bisexuales y trans, debemos dar un paso al lado cuando aparecen los gays, pero esa es otra historia). Un mes en el que tradicionalmente tenemos que escuchar al típico cuñado diciendo “¿Y para cuando el orgullo hetero?” o “¿Y de qué están orgullosos exactamente?”
El Orgullo es, precisamente, por estar vivos y libres, cuando tanta gente nos quiere muertos, o al menos ocultos, reprimidos y callados. Es un cumpleaños más, otro año que hemos sobrevivido. Algunos tenemos suerte, y lo hemos superado sin problemas, otros (y, sobre todo, otras) lo han tenido peor y han sobrevivido a agresiones, palizas, o quizá violaciones. Hemos sobrevivido a un año más en el que nos han rechazado en entrevistas de trabajo por no ser cisaparentes (es decir, porque ser evidentemente trans). Hemos sobrevivido al acoso por parte de los vecinos, a los insultos de los compañeros de clase, a las risitas en el trabajo, a las miradas de nuestros padres, o a ser expulsados de nuestra familia sin que a nadie le preocupase si teníamos medios para vivir.
Estamos orgullosos de continuar resistiendo al heteropatriarcado, y el año que viene, continuaremos haciéndolo con más ganas, con más fuerza, con una mejor organización y con mejores conocimientos políticos. Estamos orgullosos de la lucha de las que estuvieron antes de nosotros, de quienes fueron a la cárcel, de quienes fueron arañando derechos y dignidad paso a paso, y celebramos sus conquistas. Y si a algún hetero le molesta nuestro orgullo, debería hacérselo mirar.