Ayer iba en el metro y no podía evitar observar lo que lee la gente. Eso suele sucederme cuando no voy durmiendo o leyendo. Pensad que de lunes a viernes tengo cuatro horas de transporte público diario, así que este tiempo da para mucho.
En mi trayectoria visual se cruzó el siguiente título: “El arte de negociar sin ceder”. El tomo viajaba en manos de un treintañero trajeado y encorbatado que a buen seguro trabaja en el centro. Conste que voy a hacer algo tan español como criticar sin haber leído, así que realmente esto no se puede considerar una crítica del libro en sí, que quizá sea maravilloso, sino del título.
Se supone que nunca hemos sabido tanto de Psicología. En realidad, nunca habíamos sabido tanto en general. Nunca habíamos tenido tantos expertos vivos en cualquier materia, sencillamente porque somos siete mil millones de personas.
Hasta donde sé, negociar es una importante habilidad social. Al ser compleja, requiere que previamente se hayan adquirido otras más simples. Un buen negociador tiene claro lo que quiere y cómo expresarlo de manera asertiva, pero también es empático para captar las necesidades de su interlocutor y busca, ante todo, un acuerdo que implique una relación de ganar- ganar. Esto implica priorizar lo esencial y ceder en lo secundario porque una pequeña cesión por su parte puede suponer una gran victoria para la otra parte y los acuerdos, a la larga, salen mal si una de las partes siente que ha sido arrollada por la otra.
Hablar del arte de negociar sin ceder es como hablar del arte de cantar sin sonar: un disparate. Implica la pretensión de vender a un público la existencia del modo de salirnos siempre con la nuestra en esta vida, sin tener en cuenta a los demás, algo éticamente discutible. Luego no vayamos reprochando a los niños su baja “tolerancia a la frustración”.
En otro orden de cosas, aunque sin alejarme mucho del tema, nunca había comentado en esta revista que además de impartir el área de “Valores” aplico a mis alumnos el “Protegiéndote”; un programa de salud de la Comunidad de Madrid. En varios de los cursos en los que debo aplicarlo hay al menos una unidad dedicada a que los alumnos aprendan cómo hacer criticas constructivas, aunque el programa aborda varias habilidades sociales relacionadas con la resolución de conflictos.
Mis alumnos no están muy acostumbrados a hacer críticas constructivas. Según explicaba esto, les sorprendí haciendo críticas destructivas y, tomándolas como una oportunidad, les insté a reformularlas, comprobando que les cuesta un auténtico esfuerzo. También sé por otras ocasiones que les cuesta mucho trabajo negociar y llevar a cabo un buen debate. Respetar los turnos de palabra ya es todo un reto. Cuando se les comenta esto de las habilidades sociales, siempre tienen a mano contraejemplos que han ganado mucho dinero en forma de programas de televisión o youtubers a los que los adultos no conocemos pero que meten y siguen metiendo mucha basura en sus cabezas. También hay muchos padres del club de “si te pegan, pega tú más fuerte”. Siempre que toca algún tema de resolución de conflictos, hay varios niños y niñas que me lo dicen.
Ante tantas influencias contrarias, no hay habilidades sociales que valgan, pero sí muchos libros de autoayuda que nos venden “duros a dos pesetas”, tanto para niños como para adultos.
Tras esta introducción, es muy irónico contar que, junto a Miguel Carroza Barroso, he escrito un libro de autoayuda, aunque prefiero verlo como un libro de pedagogía. Él y yo estamos formados en el ámbito de la enseñanza, trabajamos en él y, además, él es padre y practica lo que predica.
Os puedo garantizar que esta obra se ha escrito con cariño y que busca ser muy práctica, aunque en ningún caso ha de ser considerada como la verdad absoluta y mucho menos aún como un libro de recetas. Los autores pretendemos ayudar a resolver ciertas cuestiones cotidianas, a experimentar diversos modos de hacer y a profundizar en aquellos aspectos que puedan ser más interesantes. Sería muy pretencioso afirmar que hemos sintetizado el summum de la Pedagogía en una pequeña obra de bolsillo.
Como comenté durante nuestra presentación en Almería, yo me incorporé al proyecto cuando ya estaba iniciado y nunca me gustó el título. Los “Diez criterios para orientar a los hijos al éxito” podrían sonar a que vendo lo que estoy criticando; pero creo que desmentiré esa sensación si revelo que para nosotros no hay más éxito que la felicidad y que hay tantos modos de alcanzarla como personas, de tal manera que lo único que pretendemos es brindar a los padres algunas herramientas para que las adquieran sus hijos a fin de decidir con ellas los caminos que les harán felices.
Nosotros, acompañados por nuestras buenas intenciones, estaremos en la Feria del Libro 2016 de Madrid. Podéis vernos en la caseta número 137 de 18.30 a 20.30. Nos encantará hablar con quien quiera saludar, con independencia de que desee comprar el libro o no. De aquellos que lo hayan podido leer o pretendan leerlo, agradeceremos toda clase de críticas, aunque preferimos que sean sinceras y constructivas.
Estaré estos días haciendo propaganda emulando a Matías Prats y a su “permíteme que insista” pero espero que me perdonéis; tampoco practico el autobombo con tanta frecuencia.
Nos vemos… ¡o eso espero!
Silvia María Moreno Hernández
Maestra interina por Educación Primaria.
Licenciada en Psicopedagogía.
Coautora de la obra: “Diez criterios para orientar a los hijos al éxito”.
Enlace: http://www.editorialccs.com/catalogo/ficha.aspx?i=4209
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