Nos referimos a la construcción de la unidad popular a través de las nuevas prácticas y sentidos de la democracia en un sentido común político-populista, es decir, que busque el protagonismo de los ciudadanos.
Desde el 15-M, hemos visto que se está gestando ese poder popular a raíz de las nuevas luchas democráticas que han ido apareciendo en los últimos tiempos a través de diferentes movimientos sociales y que tienen que ver mucho con la participación social y con la idea de comunidad. Los ciudadanos participan a través de asociaciones, asambleas, no solo para lograr un cambio social a nivel general sino también para provocar el cambio en sus mismas barriadas y municipios a través del interés en problemáticas y necesidades de interés general de los propios ciudadanos en sus territorios y localidades.
Antoni Aguiló (2014), en su artículo “Radicalidad democrática y nuevos movimientos populares”, explica la emergencia de un nuevo sentido común democrático relacionado con las nuevas prácticas populistas democráticas donde los protagonistas son los ciudadanos de a pie. En este sentido, las nuevas prácticas democráticas, desde los movimientos sociales a las asambleas ciudadanas, se acercan más a la democracia representativa e introducen, como dice Aguiló (2014), “formas renovadas de participación, acción y movilización colectiva que pueden contribuir a la creación de sentidos comunes políticos en un horizonte de democracia radical”.
Es necesaria, pues, la construcción de la unidad popular, la necesidad de articular diferentes luchas para un cambio global, sentir la idea de unión, de alianza. La democracia liberal y las políticas neoliberales han creado cierto consentimiento entre la población y a los que no ha terminado de convencer los ha dispersado. Muchas de esas clases subalternas estaban fuera del tablero, despolitizadas. Las nuevas luchas por la democracia radical, más representativa y nacida desde abajo, de la base, ese nuevo sentido común incorpora sujetos políticos despolitizados.
Por otro lado, el nuevo sentido democrático aumenta la idea de que las personas participen en actividades públicas y de interés general, que dan un nuevo sentido al espacio público. Tal y como comenta Aguiló (2014): “Lo que se ha producido es una ampliación de los espacios políticos y una democratización del espacio público más allá de los momentos electorales y del sistema parlamentario”. Un claro ejemplo de estos espacios de democracia radical y poder popular: son las asambleas de barrio y centros autogestionados.
Vemos pues un cambio, lento, que cada vez va creciendo hacia un nuevo sentido democrático, un cambio que ha ayudado a repensar la política en un sentido más igualitario y que ha conseguido crear nuevos tipos de articulación y decisión política. Algo interesante es ver cómo esas nuevas prácticas democráticas más radicales, que se acercan más a una democracia asamblearia, más representativa, consiguen entrar en las instituciones a través de Podemos y las confluencias y disputan la hegemonización de significantes flotantes como ciudadanía, patriotismo, Estado social de derecho desde la base social, la inclusión ciudadana y desde una idea más radical de soberanía popular. Y como la estrecha relación entre unas nuevas instituciones y el fuerte poder social que se está gestando tiene como horizonte una unidad popular democrática.
El cambio en España no llegará solo. Los resultados de las segundas elecciones no han sido muy satisfactorios para una ciudadanía que ansía recuperar la soberanía popular. Si no empieza el cambio desde abajo, del cambio de cada persona, de los micromundos. de lo que nos rodea, y de la alianza por construir una sociedad mejor, no habrá cambio. Empecemos pues por el principio.
Antonio Merino Garrido
Trabajador Social.