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Editorial: Duros de oído y cortos de vista

Gira que gira la noria electoral, vamos por la segunda vuelta y el paisaje es el mismo. Algunos contábamos con tener otras vistas pero, las montañas no desaparecen del horizonte de la noche a la mañana.  Parece, porque sólo lo parece, que todo está  visto para sentencia  y no será necesario un tercer ticket para vislumbrar al fin un gobierno formado.Y digo que lo  parece porque nadie pretende ceder demasiado, todos entonan el «chinolibre» con acordes de cordialidad y entendimiento mientras no planean ceder un palmo para que haya gobierno. Es un concierto interesante, la verdad. Abre Mariano, el primero de los aún desconocidos tenores llamados a sonar en esta ópera, y en lugar de un «mea culpa» seguido de una rotunda dimisión, lo único que anda cerca de cantar es  el conocido «yo soy español» en agradecimiento a la marea de borregos que decidieron renovar con creces el apoyo al Partido Popular. Rajoy  está dispuesto a negociar más o menos todo, a gobernar con quien sea, mientras sea él el quien lo haga. Muy democrático. No es que merezcamos más, tampoco. Hemos votado mayoritariamente condonar los desmanes populares asentando un precedente que unicamente lleva a pensar que nuestra democracia, por llamar a lo que tenemos así, no es joven, sino adolescente.

La edad del pavo no perdona, la tontería está ahí, la revolución es sólo hormonal. No me sirven los argumentos que apelan al calado en los municipios del PP o la red de seguridad del PSOE que Podemos está por tejer todavía. Este resultado no es un triunfo de las estructuras del partido popular tanto como el fracaso colectivo de un pueblo lobotomizado, carente de memoria y asustadizo. Sordos a las evidencias, a las tracas de corrupción que resuenan por todo el país, una tras otra sin parar. Somos, aparentemente, como aquel chucho que huye despavorido ante el estruendo de los fuegos artificiales. El problema es que nosotros no tenemos una sensibilidad auditiva que lo justifique, más bien lo contrario, encima somos duros de oído.

La izquierda y su inusual confluencia se debilita y reacciona con un berrinche ante los malos resultados. Ahora  la estrategia que en su día las bases de Podemos ratificaron como la opción que haría arañar esos escaños con los que desbancar al PSOE del segundo puesto ya no son válidas. Es natural y muy democrática la tendencia de la izquierda a discrepar y a padecer desuniones internas, pero los árboles no les están dejando ver el bosque. No hay forma de vencer por separado. Espero que aprendamos todos del error y encima de ser duros de oído no seamos también cortos de vista.

 

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