El partido popular deshoja la margarita de “se abstendrá o no se abstendrá” mientras la propia rosa del PSOE se marchita ante la indecisión y la escandalera de estos últimos días. Ahora, los populares, no se conforman únicamente con una investidura exitosa sino que, conocedores de la situación en la que les dejaría para gobernar, piden algo más a los socialistas. Quizá exigir una oposición floja en nombre de la estabilidad sea un poco obsceno incluso para un partido tan acostumbrado a batir récords de infamia. Amén, por supuesto, de no ser otra cosa que tirar balones fuera incluso antes de que comience el partido.
Del lado socialista todavía quedan sanchistas que insisten en su negativa a Rajoy; el ala dura de Susana Díaz, la mano en la sombra del descabezado partido de la rosa, apoya una hipotética abstención que llevaría acabo la gestora. El caso es que, unas terceras elecciones a estas alturas terminarían por acabar de convertir el Olimpo socialista en un panteón de viejas glorias de la memoria política. De todo este trajín sólo pierde el bando que ha luchado, el socialista.