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Rock y Metal: Tengo mis días buenos, de Frutería Toñi

Hoy hablaremos de un grupo de rock progresivo nacional que descubrí hace ya un tiempo, Frutería Toñi. Tengo que admitir que con ese nombre me entró la curiosidad, y mucho más tras sacar un disco titulado Mellotrón en almíbar. Tengo mis días buenos, es su segundo disco, un trabajo en el que ponen toda su creatividad a relucir, y que además, tiene una producción y una calidad excelentes.

Desde Málaga, los de Frutería Toñi han decidido sacar un disco autoproducido financiado en Verkami, sin estar atados a ningún sello. Y bien se ve que no supone ningún problema, pues ya tienen su disco disponible para su escucha y compra en Bandcamp, al precio de 8 euros. Nos encontramos ante un disco con canciones que superan los cinco minutos, con una buena cantidad de secciones que hacen que en ningún momento se haga monótono. La gran cantidad de instrumentos que van tomando protagonismo en diferentes momentos añaden ese toque de variedad, y no podemos dejar de lado la voz, que tanto sola como en los coros pone la guinda a este disco, pero sin acaparar protagonismo, que me parece si cabe una gran virtud. Es un instrumento más integrado dentro del conjunto bien hilado. Y algo que debo destacar, la gran importancia que tiene el bajo en toda la producción. Muchas veces en grupos de rock observamos que el bajo queda relegado a aportar bases, dando las mismas notas que la guitarra. No es así en el caso de Frutería Toñi, que se nota que toma influencias del jazz y el funk y lo convierte en la base que guía las canciones con líneas muy bien elaboradas.

Tengo mis días buenos comienza con su tema homónimo. Una melodía de violín introduce a un piano de ritmo constante, y todos los instrumentos van guiando una melodía que va ganando en complejidad cuando sale de la estructura de la estrofa, cuya voz y letra son fuertes en la acentuación, clara y reposada.. En torno al minuto 3, nos encontramos un cambio de velocidad que da parte a una larga sección instrumental hasta el final, que hace recordar el jazz fusión, y la música de los 70-80, especialmente en lo tocante a los sintetizadores. Todo esto con una línea de bajo que acompaña e integra perfectamente todos los elementos, guiándolos en un hilo continuo. Se van sucediendo todas las diferentes secciones, cobran protagonismo uno y otro, pero enlazados de manera coherente y agradable, con una cadencia conclusiva que cierra perfectamente el tema. Sin duda, este tema me atrapó para seguir escuchando el disco.

“La Tostá” es el segundo tema, que comienza de manera contundente, y para el que continúa con un ritmo saltarín con un toque funk. La parte instrumental que sigue es tremendamente suave, con una base de sintetizador en la que reposan los acordes de la guitarra mientras el bajo deja largas notas pedal, y poco a poco se incorpora la batería y el resto de instrumentos hasta el solo de los diferentes instrumentos, que se ceden el paso como si de una jam session se tratara. La guitarra eléctrica se agencia la parte más movida del solo, y luego vuelve la voz con el estribillo antes de cerrar de nuevo con el solo de violín y luego de saxo, hasta desaparecer y luego el teclado cierra el tema.

“Hablar con las estatuas” comienza con el piano solo, con una melodía melancólica, a la que le siguen el resto de instrumentos, creando una intro que da paso a un tema jazzístico, lento, suave, y agradable. Al llegar el segundo minuto, incrementa la velocidad súbitamente, a un ritmo más marcado, pero manteniendo la melancolía en la melodía, y poco a poco nos lleva de nuevo hacia la tranquilidad jazzera. Diferentes partes hacen que este tema sea increíblemente ameno.

“La Órbita de Venus” comienza con una brevísima narración introductoria acompañada de piano. Es un tema suave. La música va fluyendo nuevamente entre partes vocales e instrumentales, con diferente dinámica que nos va guiando entre las diferentes secciones y los diferentes ritmos.

“Mas de Black” comienza con caña, con una intro más de rock tradicional, pero que nos lleva a compases de amalgama que da un ritmo más movido por esos “tiempos que faltan” que le dan interés, huyendo de los ritmos de 4 tiempos que tan habituados estamos a escuchar. Dentro de sus casi ocho minutos se enlazan partes totalmente diferenciadas, y no se hace para nada largo de escuchar.

“El monstruo de la pantalla final” comienza con un homenaje a los viejos juegos de consolas de 8 y 16 bits con sonidos chiptune, y una intro del tema de subterráneo de Super Mario en la que el bajo toma el protagonismo, y da paso a la parte suave original. Con ese homenaje a los juegos retros nos encontramos una obra con unas partes vocales maravillosas, con un entorno suave.

“Maullidos de gigante” comienza al toque de jazz, con el viento, piano y batería introduciendo a la voz, que entra como un susurro. Es el tema más corto del disco, de 2:19 de duración, y que en lugar de terminar conclusivamente, enlaza con la parte final, “FTV-1 elevado a Ñ”.

Y es precisamente, este último tema, el más largo con diferencia del disco con casi 16 minutos de duración. Comienza teniendo protagonismo una melodía doble de clarinete, a un ritmo movido en el que el bajo con sus saltos de octava va dando dinamismo a una melodía mesurada, pero que atrapa. Si bien parece que tiene una parte conclusiva en el minuto cinco, la continúa retomando el tema musical principal que encontramos de dueto de los clarinetes con apoyo del bajo y el teclado. Al llegar al minuto ocho, encontramos que deriva hacia ritmos latinos, con un cambio en la percusión, pero con otros matices en la armonía, más oscuros, que mantienen durante minuto y medio, hasta ceder el paso a una parte mucho más dura pero igualmente oscura. En el minuto 12 aparece la voz con acompañamiento de piano, muy suave, con una armonía que resume lo que hasta ahora escuchamos en el disco, y que acompaña hasta el final, que queda con un reposo de acorde de piano en suspensión que desaparece gradualmente, pero de manera muy natural.

He de decir, que apenas he dicho nada con respecto a todo lo que podría escribir sobre este disco. Me dejo muchísimas cosas por comentar, pero prefiero guardarlas y que quede a discreción de la persona que lo escuche.

Tengo mis días buenos es un disco para disfrutar, y para todos los amantes del rock progresivo, tanto viejo como antiguo, así como del jazz encontrarán aquí un disco que les encantará. Es uno de estos discos que yo llamo “arriesgados”, porque pone una gran complejidad técnica y compositiva con temas generalmente largos, que es precisamente lo que no solemos escuchar en las radios convencionales. Incluso las emisoras que se atreven con el rock, apenas salen de los clásicos, y se echa en falta muchas veces que se de visibilidad a este tipo de grupos.

Por otro lado, Frutería Toñi estarán tocando en el el III Progstureo Fest, el 27 y 28 de abril en Madrid junto a Persefone, Jardin de la Croix, Cheetos Magazine, Gobernador, Quaoar, Terrestre y The Unwritten. Desde aquí mi enhorabuena y apoyo a los de Progstureo, que no lo han tenido fácil para montar un festival de estas características. Y por supuesto, mi enhorabuena también a Frutería Toñi por sacar adelante un disco tan ameno e interesante.

Jorge González Gómez

1 comentario en «Rock y Metal: Tengo mis días buenos, de Frutería Toñi»

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