Título Original:PERFECTOS DESCONOCIDOS Dirección: Alex de la Iglesia Guión: J. Guerricaechevarría, A. de la Iglesia (Remake) Intérpretes: Belén Rueda, Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Juana Acosta, Eduardo Noriega, Dafne Fernández País: España.2017 Duración: 96 minutos ESTRENO: Diciembre 2017.
Han pasado ya más de 22 años desde la mítica “El día de la bestia”, película que lanzó la carrera Álex de la Iglesia. Últimamente está especialmente activo, pues durante lo que llevamos de década ya había estrenado cinco películas de ficción, un documental y uno de los segmentos de ‘Words With Gods’. Eso sí, ninguna de ellas llegaba al nivel de sus mejores trabajos, pero seguían siento títulos interesantes a su manera. Ahora nos llega con esta adaptación de una popular comedia de 2016, una comedia negra que acaba yendo de más a menos. Desde el primer acto, el personaje de Belen Cuesta pide que ocurra algo, lo que sea, menos caer en el aburrimiento. El propio contrato invisible de un director con el espectador lleva implícito que eso es lo primero que debe evitar, por lo que todos sabemos que el juego que se propone va a derivar en un muestrario de las diferentes miserias de los protagonistas para deleite del público. Así lo que empieza con un juego va derivando con la sucesiva llegada de mensajes durante la cena, en el descubrimiento de que ninguno de los personajes conoce realmente a aquellos a los que llama amigos. Esto provoca el que al final, en mayor o menor medida todos los personajes acaben convirtiéndose en insoportables y desagradables, lo que juega en contra de la película pese a que inicialmente era un punto a su favor. Al principio resulta divertido, incluso cuando algún persona reconoce o debe reconocer como suyos errores de otro, pero esa acumulación resulta al final excesiva, perdiendo interés en su tramo final.
Al principio es fácil reírse, puesto que convierte el personaje en ser humano con sus defectos incluidos, pero hay que saber buscar el punto adecuado, y la película no lo consigue. Al final el espectador puede llegar a agotarse, sin que surja ningún aspecto más que haga que valga la pena. No obstante, ninguno de ellos llega a dar lo mejor de sí mismos, quizá porque la propia naturaleza de los personajes limitaba sus posibilidades de hacerlo. Remarcaría el uso dinámico de la cámara muy típico del director y esos diálogos afilados, pero al final se queda en una comedia histérica y algo sobreactuada, mostrando su final el mejor modo de evitar pedir perdón.
Ainhoa Urgoitia.