Green Book es probablemente una de las mejores producciones que he visto en mucho tiempo, y os digo una cosa, no suelo comenzar así una reseña. Es una de esas películas que verás y recordarás porque no caerá en el olvido a las primeras de cambio, sin dejar poso ni sustancia, pasando inadvertida como el grueso de material audiovisual que vemos a diario.
Y es que, pensándolo, es una obra que tiene todos los componentes para que perdure en el recuerdo: Buena histora, formidables actores y una elegante ejecución.
Pero empecemos por el principio, la cinta la dirige Peter Farrely, al que podremos reconocer de películas como Dos Tontos Muy Tontos y Yo, Yo mismo e Irene. Eses son sus títulos más sonados, pero tiene muchos más. Los actores no necesitan presentación: Viggo Mortensen interpreta a Frank Anthony Vallelonga, más conocido como Tony Lip, un rudo italoamericano del Bronx que será el encargado de llevar a Don Shirley en su gira musical por el sur profundo de Estados Unidos. Un excelente Mahershala Ali interpreta al célebre pianista y compositor americano Donal Walbridge Shirley, más conocido como Don Shirley.
Cabe mencionar que aunque la película se toma sus licencias, la historia y los personajes son completamente reales. Don Shirley fue un prodigio del piano que empezó con tan sólo dos años a tocar, ya con nueve fue invitado a estudiar teoría musical con Mittolovski al conservatorio de Leningrado. Además, y por si fuera poco, se haría mas tarde doctor en psicología. Tras haber ganado ya gran renombre como músico, en la década de los sesenta tuvo la peregrina idea de comenzar una gira musical por el sur profundo de Estados Unidos. Para tal propósito buscó a alguien capaz de sacarle las castañas del fuego en el que dedicidamente iba a meterse, ese sería el bueno de Tony Lip.
Aunque el film solo relata 8 semanas de su viaje, en realidad estuvieron de gira mucho más tiempo. El suficiente como para trabar una amistad que duraría toda la vida y para dar la vuelta a los prejuicios raciales con los que Tony contaba al comenzar. Y es que el bueno de Tony era bastante racista, algo adquirido de criarse en el Bronx en aquella época, según comentaba su hijo Nick Vallelonga, que por cierto, es uno de los productores y guionistas de la película. Pero no penséis que es casualidad esta intrusión de su hijo en el mundo del cine. Pues este rudo gorilla italoamericano criado en el bronx que se ganaba la vida como portero y que aceptó ser el chófer de un pianista negro en su gira por la parte más racista de los Estados Unidos pronto daría el salto a Hollywood. Y lo conocéis. Hizo su debut con un pequeño papel en El Padrino, ahí es nada. Pero es más conocido por interpretar a Carmine Luperttazzi en Los Soprano, aunque también intervino en Donnie Brasco y en The Goodfellas.
Y ahora que ya sabéis de quienes estamos hablando, metámonos de lleno en la película. Sorprende la falta de pretensiones y la simplicidad con la que se lleva a cabo un proyecto que podría haber pecado de lacrimógeno o empalagoso. O hasta de puro cliché. Pero no, esta cinta a caballo entre lo cómico y lo dramático te saca una sonrinsa mientras te lleva de viaje por cada parada de la guía verde para el motorista de color (The negro motorist green book), que como el ávido lector ya habrá deducido, es una guía escrita por Victor Hugo Green donde se detallan aquellos establecimientos donde podían comer y hospedarse las personas de color sin meterse en líos por aquel entonces.
El viaje no sólo nos lleva por el sur de un país todavía muy racista, sino también a través de la vida del propio Don Shirley, un hombre determinado a conquistar el corazón de la gente con su inmenso talento, pero muy solitario y cansado de no lograr encajar del todo ni con los que admiran su música, los blancos adinerados, ni con los que comparten su color de piel. Esta pareja improbable funciona muy bien en pantalla probablemente porque describe brillantemente la química que surgió entre dos hombres muy diferentes que debido a las circunstancias, supieron trabar una longeva amistad y sacar lo mejor del otro.
Se trata de una película sencilla y sutil. No la veas buscando grandes giros, que los hay y dotan a la película de una redondez que se agradece mucho, pero no hay intención grandilocuente o reinvindicativa. Apela a la sencillez de lo humano y por eso resulta tan íntima y conmovedora.
Alfonso Rois