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La Reseña: La Llorona. Una película que ya has visto

Título original: The curse of La LloronaGénero: Terror. Dirección: Michael Chaves. Guión: Mikki Daughtry y Tobias Iaconis. Duración: 93 minutos. País: EEUU. Actores principales: Linda Cardellini, Raymond Cruz, Jaynee-Lynne Kinchen, Roman Christou y Marisol Ramírez. Estreno en España: 18 de abril de 2019.

Sí, efectivamente, ya la has visto. ¿Y por qué? Porque es exactamente igual a otros cuarenta millones de películas del género de terror sobrenatural: los mismos clichés, los mismos recursos y las mismas situaciones esperables. La Llorona es tal cual el film que te esperas después de ver el tráiler: uno de tantos insulsos largometrajes de sustos sazonado con las eternas premisas de que a) los protagonistas son un poco tontos y b) la criatura demoníaca de turno no sabe hacer bien su trabajo.

Pero bueno, primero presentemos la historia. La amenaza alrededor de la cual gira el argumento se basa en una leyenda real propia de los países latinoamericanos. Las versiones de la misma pueden variar, pero en general siempre hablan de una mujer que mató o perdió a sus hijos y se suicidó después, acabando convertida en un fantasma que vaga por las noches buscando a sus pequeños. Hay que decir que la película se enmarca en la saga cinematográfica The conjuring, de la que forman parte La monja, la muñeca poseída Annabelle y las conocidas Expediente Warren (originalmente tituladas The Conjuring, de ahí el nombre del conjunto, y he de decir que son las únicas que merecen un poco la pena de las que he visto). En el film hay una pequeña referencia a la mencionada Annabelle, además de apreciarse una cierta similitud con La monja, especialmente en lo que se refiere al monstruo y a algunas de las escenas en las que este interviene.

La acción tiene lugar en el año 1973. Anna Tate-García (Linda Cardellini), madre viuda y asistente social, acude al domicilio de Patricia Álvarez (Patricia Velásquez) debido a que los hijos de esta han estado faltando a clase últimamente. Allí se encuentra un panorama perturbador: la casa está en la penumbra, iluminada con velas colocadas por todas partes; las ventanas y persianas están cerradas; Patricia Álvarez parece asustada y confundida, y dice cosas extrañas. Finalmente Anna encuentra a los niños encerrados en un armario y tras liberarlos (después de una agresiva respuesta de su madre) los lleva a un centro católico mientras se investiga el caso. Horas después los pequeños son encontrados muertos, ahogados en un río. Anna, consternada, acude al lugar de los hechos y deja a sus hijos, Chris (Roman Christou) y Samantha (Jaynee-Lynne Kinchen) en el coche. Chris comete la imprudencia de salir del vehículo para curiosear y se encuentra con la Llorona (Marisol Ramírez), que a partir de ese momento los establece a él y a su hermana como siguientes víctimas.

Como he dicho antes, uno de los problemas que tiene la película es que no contiene nada demasiado innovador. Hay muchos elementos típicos, y el problema de esto no es solamente que la haga un tanto aburrida y predecible, sino que estas formas estereotípicas tienden a ser de esas que te hacen poner los ojos en blanco y golpearte la cabeza por su capacidad de sobrepasar tu límite de suspensión de credibilidad. Por ejemplo, puertas que se cierran a cal y canto por los poderes diabólicos del enemigo pero que convenientemente se abren justo a tiempo para que la víctima escape o pueda ser rescatada. O el hecho de que la presencia maligna es o bien una incompetente o bien un troll con un excesivo sentido del dramatismo y la escenificación teatral que necesita ejecutar sus malévolos planes en un sutil in crescendo que satisfaga sus apetitos narcisistas. Ya sabéis de lo que hablo: en lugar de coger a sus presas y matarlas rápida y sencillamente antes de que nadie tenga tiempo a descubrir lo que está pasando se dedica a hacer ruiditos, mover cosas y apagar luces. Y en las primeras ocasiones en que hace acto de presencia como mucho te agarra del brazo para dejarte una quemadura con sus dedos y después te suelta y ya, hale, a correr. Dos tiernos preadolescentes se escapan de sus garras varias veces antes de que las cosas empiecen a ponerse serias de verdad. En serio, criaturas malvadas del cine, ¿lo hacéis a propósito o sois así de inútiles?

En fin, podría comentar un montón de momentos cuyo absurdo acercan el largometraje peligrosamente a la comicidad, pero la reseña ya me está quedando larga y debo ir concluyendo. No obstante, antes de cerrarla no puedo dejar de contaros una escena graciosa. En un momento dado el film presenta uno de los arquetípicos elementos recurrentes de este tipo de cine: el “ayudante”, es decir, un profesional o persona experimentada en los asuntos sobre los que trata la historia, en este caso un chamán, curandero o santero encarnado en la persona de Rafael Olvera (Raymond Cruz). En un diálogo entre él y Anna, Rafael le suelta: “Nos enfrentamos a un mal que no conoce límites”. Guau, Rafa, calma las carnes, que tampoco es que os estéis viendo las caras con el mismísimo Satanás (por no hablar de que la frasecita de marras está trilladísima). Pero lo que le contesta la preocupada mujer es todavía mejor: “No es humana, ¿verdad? (refiriéndose a la Llorona)”. HUY, PUES NO SÉ, ¿TÚ QUÉ CREES?

En fin, La Llorona no da para más, pero al menos es entretenida. No me entendáis mal, aunque no sea una maravilla tampoco es horrible, sirve para pasar el rato si estáis ociosos, os apetece una de miedo y no tenéis nada mejor que ver. Simplemente no os esperéis una gran calidad, porque no la hay. Como dije en el primer párrafo es una película de “sustos”, no da miedo de verdad. Ahí os dejo un tráiler y me despido por ahora y hasta la próxima. ¡Un saludo!

Brais Louzao Recarey


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