Corre el año 1952 y Charlie Parker está realizando una serie de conciertos en Los Ángeles. Debido a sus adicciones, que tres años más tarde le costarían la vida, su amigo, el trompetista Dizzy Gillespie, decide dejar de acompañarlo, así que Parker tiene que buscarse a un nuevo músico. Ese será Chet Baker.
Un chico blanco nacido en Oklahoma pero criado en Los Ángeles, que con 23 años acaba de salir del ejército y está buscándose la vida en diversas bandas de la zona. Cuando Parker lo ve tocar lo invita inmediatamente a actuar con él y es entonces cuando empieza su despegue en el mundo del jazz.
Chet Baker era guapo. Con una imagen descuidada y rebelde que recordaba a James Dean. Y enseguida se ganó el favor del público y de la crítica. Su forma de tocar era diametralmente opuesta al bebop que estaba de moda en aquella época y de la cual Charlie Parker era el gran representante. Mientras el bebop era todo velocidad y ritmo, un nuevo estilo destilaba tranquilidad y reposo.
Podemos decir que la década de los 50 fue, musicalmente hablando, la mejor época de Chet Baker. Grabó el tema que lo convirtió en una estrella del jazz, “My Funny Valentine” y que define muy bien su estilo. No era el mejor trompetista ni el mejor cantante, pero su música era hipnótica y cuando uno lo escucha tiene la sensación de relajarse y descansar.
Ni que decir tiene que este estilo no cuajó muy bien en la comunidad negra. «El jazz del Este era duro y negro, el del Oeste ligero y blanco, así era como sonaba», decía el saxofonista Teddy Edwards.
En el año 1966, a raíz de una paliza, Chet perdió todos los dientes delanteros y tuvo que dejar la trompeta durante tres años. Tuvo que volver a aprender a tocar con una nueva técnica y a pesar del dolor.
A partir de los años 70 se instaló en Europa donde siguió tocando hasta su muerte que se produjo en un hotel de Ámsterdam en 1988. Cayó desde la ventana de la habitación del hotel en el que se alojaba. La policía lo encontró en el suelo junto a su trompeta.
La historia de Chet Baker es trágica. Una vez más un músico con gran talento que, debido a sus adicciones y conflictos, nunca acabó de explotar pero, aún así, podemos considerarlo uno de los grandes trompetistas de la historia del jazz.
Podemos ver su historia fielmente retratada en la película Born to be Blue protagonizada por Ethan Hawke y en el documental nominado al oscar Let’s get lost de Bruce Weber.
Alex Troya
Una entrada muy interesante =)
Muy interesante. Veré la película
Con todos los respetos, este es un ejemplo de todo lo que NO es el jazz. Chet Barker NO es esto que se dice en este artículo. Hablo con conocimiento de causa: le conocí y le traté con una cierta frecuencia, así como al director de «Born to be blue», que coincide conmigo: Baker fue, ante todo, un caballero. Lo que este artículo hace es fomentar el morbo sobre el artista sin añadir nada a cambio. Esto lo hemos vivido mil veces con otros «mártires» del jazz (Billie Holiday, Charlie Parker, etc…), No estoy hablando de ocultar nada, sino de aquilatar el relato, centrarlo en lo que importa, que es la obra, lo que el creador deja para la posteridad. El músico de jazz, se llame Chet Baker o como sea, se lo merece.