Amenábar vence y convence
España es, sin duda, un denominador común a todos los acontecimientos y temas tratados en Mientras Dure La Guerra, la nueva película de Alejandro Amenábar. Y es que, en un momento político como el actual, en el que hablar del concepto que supone el estado en el que vivimos genera polémica en un porcentaje casi total de las veces, resulta fácil entender esta película como una carta sobre la mesa en la que alguien nos propone reflexionar sobre qué y cómo es el país donde vivimos.
Atendiendo a la historia que se cuenta en el film, Mientras Dure La Guerra narra los primeros pasos de la Guerra Civil Española, manteniendo en el punto de mira al escritor Miguel De Unamuno (Karra Elejalde) y, en menor medida, pero no por ello sin importancia, a la cúpula del bando sublevado, entre ellos José Millán-Astray (Eduard Fernández) y Francisco Franco (Santi Prego). Es Don Miguel el protagonista a través del cual Amenábar expone todas las contradicciones que se dan entre esas dos Españas y como el escritor vaga entre ellas y las discute, con sus allegados y consigo mismo. Unamuno apoyó el alzamiento militar en un principio, pero fue cambiando de parecer a medida que la represión violenta y sanguinaria se hacía evidente por parte de aquellos que, supuestamente, venían a poner orden. Al mismo tiempo, Franco escalaba la colina de los altos cargos golpistas para ser el elegido por ellos mismos como el depositario de los poderes políticos y militares del país. Con un balance adecuado entre el drama histórico y el personal, la historia llega a la célebre batalla dialéctica ocurrida entre Millan-Astray y el propio Don Miguel en el paraninfo de la Universidad de Salamanca durante la celebración del Día de la Raza en 1936.
A Karra Elejalde lo recordaremos probablemente como un buen Unamuno. Aunque el peculiar timbre y forma de hablar del actor lo delaten mínimamente en algunas escenas, la fuerte personalidad unamuniana y su siempre clara oratoria caben perfectamente sobre la espalda de Karra. Por parte del bando nacional, Santi Prego interpreta a un Franco con aires despistados y una, por ratos obsesiva, por ratos aprovechada, tendencia al fetichismo por el simbolismo nacional, que lo lleva a ser el depositario de la confianza de Millán-Astray. Es el militar, manco, tuerto, y fundador de la Legión, el personaje donde se condensa la mejor interpretación de la película: la de Eduard Fernández. El actor catalán está imponente, desbocado e intimidante en el papel de uno de los altos cargos más cercanos al “generalísimo”. Un buen y más que correcto cuerpo de secundarios formado por Luís Zahera, Nathalie Poza, Carlos Serrano-Clark, Tito Valverde, Mireia Rey, Luís Bermejo, Patricia López Arnaiz e Inma Cuevas cierra el elenco.
El aspecto formal de la película brilla a través de su simbología. Lejos de quedarse callado, Amenábar, no solo tira planos que cortan como cuchillo caliente corta mantequilla, también consigue, poniendo la realización al servicio del símil y la metáfora, que, sin por ello desdeñar un pulso narrativo a la altura de un cineasta tan reputado como él, haya momentos de la obra en los que, sin salir del año 36 en la pantalla, la conexión con el año 2019 se haga más que evidente. Sin enormes abusos de técnica, el espacio se conforma perfectamente ante un espectador que, sin problema, siente la Salamanca de 1936. Mención especial a la dirección de fotografía Álex Catalán, tenebrista y luminosa, ambas por momentos, y a la partitura, compuesta, como ya es habitual en su cine, por el propio Amenábar.
Algunos tenemos una lista de directores a los cuales siempre ir a ver al cine. Otros tantos salimos de ver Regression, la anterior película del director, mostrando un estado de apatía impropio del momento posterior a disfrutar de la obra de un cineasta como Alejandro Amenábar. Muchos vimos con miedo el fallido resultado de la cinta protagonizada por Emma Watson y Ethan Hawke, y en ese miedo reconocimos a un director sin discurso narrativo ni formal. No es el caso de Mientras Dure La Guerra. La película puede ofender si se tiene una idea preconcebida muy fuerte del origen de algún símbolo nacional, o de las figuras históricas que participan en los hechos, sin embargo, a nadie debería sugerir que Alejandro ya no tiene qué contar.
Aunque la historia es historia, es lo que le espera al presente en algún momento futuro, y mirar desde este futuro en el que vivimos a ese pasado concreto de la narración es toda una declaración de intenciones. Mientras Dure La Guerra vence, y también convence, pero no de un lado u otro. No saldrá del cine con la papeleta de ningún partido político, aunque no es complejo suponer a donde tiende el realizador. La película no le habrá cambiado la vida, pero puede que si le haya regalado espacios para que, como en el caso de Don Miguel, el debate interno se produzca.
Javier G. Sobrado