Es muy probable que las quinielas de medio mundo estuviesen preparadas para apuntar un premio a Mejor Película Dramática a nombre de Joker, The Irishman o A Marriage Story el pasado 5 de enero en la gala de los Globos de Oro 2020. Aún más probable es que muchos espectadores españoles se sorprendieran al ver a Sam Mendes subiendo a recoger su premio por una película entonces aún no estrenada en nuestro país. Este fin de semana, 1917 ha llegado a las salas, y con ello, muchos de los espectadores hemos entendido y además, como justo, el premio recibido por esta epopeya bélica ambientada en la Primera Guerra Mundial.
Abril de 1917. Francia. Poco más de un año antes del final de la guerra, un soldado del ejército inglés llamado Blake elige a su compañero Schofield para juntos llevar a cabo una peligrosa, solitaria e importante misión. Han de hacer llegar una orden al 2º Batallón del Regimiento de Devonshire, con la intención de salvar a los más de 1.600 hombres que, con toda seguridad, se emboscarán en una trampa a manos del ejército alemán a menos que el mensaje llegue a tiempo. Para hacerlo deben cruzar, los dos solos, varios sectores que las tropas enemigas parecen haber abandonado recientemente, con el peligro que ello conlleva.
Se dice que la Primera Guerra Mundial fue La Guerra de las Trincheras, y parece que Sam Mendes se ha tomado muy en serio ese apelativo para idear, escribir y rodar 1917. La película es, sin lugar a dudas, lo más parecido a estar en una trinchera que muchos hemos vivido y viviremos. La capacidad inmersiva de la obra es enorme, y buena culpa de ello la tienen su magnífico sonido y su épica banda sonora. Aunque, de entre las muchas cosas que hacen especial a esta película, hay una que se lleva la palma, además de contribuir enormemente a generar en el espectador la sensación de vivir la Gran Guerra. 1917 está, más que rodada, exhibida en dos únicos planos secuencia. No es algo que nunca haya pasado, en su día Hitchcock planteó esto en La Soga, al igual que, ya en el presente siglo, Aleksander Sokurov lo hizo en El Arca Rusa o Alejandro González Iñárritu lo llevó a cabo en Birdman. Sin embargo, la proeza técnica de 1917 se alza, en muchos casos, por encima de ellas. No es sólo el peso que llevan los protagonistas Dean-Charles Chapman y, sobre todo, George MacKay, tanto a nivel interpretativo como físico, es que, la precisión y sincronización de estos con los efectos especiales físicos, los extras, o la más que increíble dirección de fotografía a cargo de Roger Deakins, deja la boca abierta a cualquiera con una facilidad pasmosa.
Pero lo mejor es que eso no es lo mejor. Ni la hazaña técnica está para servir a la hazaña bélica, ni la hazaña bélica está para servir a la hazaña técnica. Lo mejor de 1917 es que ambas hazañas, que sin duda lo son, viven subyugadas a lo que más nos puede tocar a una inmensa mayoría de los que, de algún modo u otro, nos acercamos a la película: la hazaña humana. El guion, co-escrito por el mismo Mendes y la escocesa Krysty Wilson-Cairns, se preocupa, tanto o más que la realización, de mostrar los horrores de la guerra y que los soldados que la luchan son de carne, hueso, y también sentimientos. Es gracias a una genial síntesis entre ambas partes de la película que esta halla un equilibrio interesante entre lo crudo y lo emotivo, entre lo real y lo épico. 1917 es, en definitiva, una auténtica maravilla técnica, artística y humana. Un tributo a los que murieron, y sobre todo, a los que vivieron y transmitieron algo de quienes murieron. Disfrutarla en una sala de cine merece, no mucho, sino muchísimo, la pena.
Creo, sinceramente, y es algo que he pensado durante y después de disfrutar de 1917, que vivimos una maravillosa época para el arte fílmico. El cine ha alcanzado, en mi opinión, un altísimo grado de refinamiento. Quizá sea cosa mía, pero tengo la sensación de haber escuchado a lo largo del último año a crítica y espectadores coronar a varias películas como la “Película del Año”, para que estas acabasen siendo sepultadas por la siguiente “Película del Año” en cosa de unas semanas. Y, sinceramente, es maravilloso. Tarantino, Almodóvar, Amenábar, Scorsese… Parásitos, Joker, A Marriage Story, Puñales por la espalda… Para mi, todas son las películas del año, y sin ninguna duda, 1917 también lo es.
Porque todos los años de cine que vengan sean, al menos, como este.
Javier G. Sobrado
Cómo escribe!!. Es artista y tiene talento. Y un futuro magnifico. Desgrana con gran claridad y sin la menor duda, su sentido de lo que va el cine con letras mayúsculas. Felicidades!!