La historia de la música electrónica no ha hecho otra cosa desde sus más remotos orígenes que mostrar una extraordinaria capacidad de adaptación y transformación en función de los determinados contextos espacio temporales en los que sus semillas han tenido que ir germinando. Diversas manifestaciones de dicho género como lo son el techno o el house han mostrado un alto índice de hibridación con las distintas realidades contextuales que se han encontrado en Detroit y Chicago, respectivamente, para configurar nuevas vías de música electrónica con las que llegar a todos los portales del mundo sin tener que por ello renunciar a su identidad. No obstante, a pesar de que las principales ramas del gran árbol que es la EDM hayan ido floreciendo en los diferentes campos de los Estados Unidos como si de una norma se tratase, el Dubstep, género que hoy analizaremos, es la excepción que confirmaría dicha regla.
Los años noventa en Gran Bretaña amanecían como lo hacen los días soleados sobre una sociedad que aún se recuperaba del tenaz mando de la implacable “dama de hierro” a la vez que asumía el fin de una época gloriosa encabezada por mitos de la música como Pink Floyd, The Beatles, Queen, Led Zeppelin o Black Sabbath entre otros muchos, para dar paso a una nueva generación de jóvenes artistas del calibre de Blur, Oasis o Coldplay; quienes acercaron a la escena del rock británico a una posición mucho más cercana al pop. No obstante, más allá del prolífico campo del pop y el rock, Gran Bretaña también ha sido capaz de ir desarrollando a lo largo de los años sus propios, y muy diversos, panoramas para cada una de las diferentes manifestaciones de la música electrónica transformándola generalmente a través del consumo de opiáceos creando una escena muy definida, como es el caso del acid house. Sin embargo, había llegado el momento de que referencia y referente separasen sus caminos y sobre todo de que una nación con la enorme tradición como lo es Inglaterra comenzase a generar sus propias ramas. Es en este preciso instante donde a finales de la década nace el dubstep en pleno extrarradio del sur londinense bajo la influencia de rasgos de la música jamaicana como el dub o el sound system originando de este modo un género caracterizado por sus bases rítmicas fuertemente sincopadas que aportan al oyente reminiscencias de sonidos eléctricos, manteniendo una cierta proximidad con las composiciones techno de Juan Atkins en Detroit aunque con un componente mucho más agresivo.
El hecho de que el nacimiento y posterior crecimiento del dubstep haya coincidido con el cambio de siglo propició que fuese unas de las primeras manifestaciones que hayan podido expandirse a través de internet sin tener que respaldar su éxito exclusivamente en su presencia en emisoras, por lo que artistas como Skream o N Type pudieron ir allanando un camino que a partir de mediados de los años 2000 Burial, Pinch o Kode 9 seguirían surcando, gracias, ahora sí, a un mayor apoyo mediático que le facilitó alcanzar a un mayor número de oyentes.
No obstante, si breve fue su expansión, más breve fue su éxito. El inicio de la segunda década del nuevo milenio confirmó un declive que se había iniciado un par de años atrás, declive en términos puristas, pues el género, al igual que había sucedido con otros muchos, habiá mutado hacia nuevas formas aglutinadas bajo el concepto de post dubstep, una nueva concepción resultado de su combinación con otras formas como el R&B, o el UK garaje encabezada por bandas como The XX, o el famoso compositor californiano Skrillex, en cuyas manos, junto a las de otros compañeros, descansa la supervivencia de un corto pero intenso legado.
D. Andrade