Las diversas formas en las que la cultura de masas ha ido evolucionando con el paso de los años han ido evidenciando que la mayor parte de lo que denominamos referentes, o incluso leyendas, necesitan a su lado un talismán, es decir, una referencia que inequívocamente nos evoque a su presencia. Desde los cascos electrónicos del dúo francés Daft Punk, pasando por los guantes blancos del rey del pop, Michael Jackson, hasta el archiconocido par de Nike Cortez que lucía Tom Hanks interpretando a Forrest Gump. Podemos ver como todos actúan, o actuaron, como una especie de complemento inalienable de su personaje, al que reforzaron e hicieron mucho más reconocible para el público. Puesto que al ver cualquiera de estos objetos, nuestro subconsciente dibuja de forma instantánea en nuestra mente a su portador. Bien es verdad que este hecho sobrepasa lo individual extrapolándose a diferentes corrientes artísticas, como por ejemplo, las videocámaras, siempre al hombro, del Dogma 95; el bajo del funk o el sintetizador Roland TB-303, típico del género que desgranaremos hoy, el acid house.
Durante la prolífica década de los ochenta, el house avanzaba imparable a lo largo de todas las emisoras estadounidenses y europeas dejando a su paso una gran cantidad de nuevos artistas y, sobre todo, de nuevas escenas en función de aquellos territorios en los que se cultivaba dicho género; el house británico, el alemán o las formas mediterráneas son algunos de los múltiples ejemplos de este fenómeno. No obstante, la situación geográfica no era el único factor que determinaba el nacimiento de nuevos subgéneros. A finales de los ochenta, empezó a surgir entre muchos DJs de Chicago la necesidad de seguir reinventando el género para garantizar su supervivencia, por lo que Marshall Jefferson, uno de los grandes impulsores del house junto a DJ Pierre, optaron por introducir en sus composiciones el sintetizador Roland TB-303 engatusados por el alto grado de futurismo que proporcionaba su sonido a las composiciones. A esta nueva corriente se fueron sumando numerosos compositores como la agrupación Phuture, quienes con su tema Acid Tracks lograron una gran repercusión entre la audiencia. Así como también los artistas Lil Louis y Fast Eddie conocidos por Frecuency y Acid Thunder, respectivamente. De este modo, potenciada por el consumo de drogas, la escena acid provocó un enorme repunte en la popularidad del house, lo que provocó, una vez más, su exportación a tierras europeas.
A finales de los ochenta, Gran Bretaña, que ya había recibido y producido anteriormente otras manifestaciones de la música electrónica, volvió a ser el puerto de entrada del house gracias a un encuentro en Ibiza entre DJs británicos y norteamericanos. Dicha confluencia, producida en el local Amnesia, propició el inicio de un idilio entre la electrónica británica y la escena acid, marcada por su flirteo con el LSD y otras drogas. De este modo y bajo la influencia de esta primera toma de contacto en 1987, abría sus puertas en el corazón de Londres el club Shoom, un establecimiento que con los años se convertiría en la meca del acid house por contar con una particular atmósfera ideal para su escena, ya que entre sus paredes se gestó un breve pero intenso movimiento conocido como: “El segundo verano del amor”, en referencia a las múltiples similitudes que guardaba con la época hippie de los años sesenta caracterizada también por el consumo de drogas y la afición por la música. De esta manera, y apoyada por algunos precursores como New Order o Tony Wilson, se gestó una potente escena de acid house en toda Inglaterra, teniendo como puntos neurálgicos las urbes de Londres y Mánchester, donde el fenómeno rave empezó a coger forma y a convertirse con el paso de los años en uno de los grandes eventos para la juventud británica aficionada al house.
En la actualidad, el acid house apenas pervive dentro de la música electrónica, ya que durante los noventa y la primera década de este siglo sufrió un significativo ocaso producido por la pérdida de interés, tanto por parte de la audiencia como de los productores, lo que llevó a su paulatina desaparición. Sin embargo, aquellos viejos fanáticos de la música electrónica siempre le darán un hueco predilecto en sus colecciones musicales, y no serán pocos aquellos que al ver un Smiley no recuerden tiempos en los que el acid significó algo más que un simple género musical.
D. Andrade.