Según dicen algunas de languas que tuvieron la oportunidad de vivir los 80 en España, se trata de una en la que resurge la música desenfadada y sin límites. Tras varias décadas de poco auge estilístico y con mucha represión en el país, llega el momento de experimentar y crear.
La situación política de España pasaba por un momento de Transición. El 20 de noviembre de 1975, anunciaban la muerte del llamado “Caudillo”. El país, paralizado tras uno de los momentos más importantes de la historia española, tuvo la oportunidad de sumar un cambio. Los jóvenes, sin tener muy claro de lo que eran capaces, empezaron un movimiento donde se valoraba “el hacer”. Daba igual cómo, cuándo o de qué modo… lo importante era crear. Esta situación eclosionó dando pie a artistas de la pintura, la escultura, la música y el espectáculo que poco a poco iniciaron el dibujo de la revolución juvenil. Este ansia de cambio cultural y artístico surge en Madrid como espíritu liberador que se expandió contagiando a otras ciudades españolas en la década de los 80.
LA DESGRACIA QUE INICIÓ LA MOVIDA
La nochevieja del 79 dio lugar a uno de los accidentes de tráfico con más relevancia de la historia del pop español. Jose Enrique Cano Leal, alias Canito, batería del Grupo Tos, falleció tres días después de que un vehículo colisionara contra el suyo, que estaba aparcado en el arcén. Esta fatalidad dio pie al renombramiento de su grupo, Los Secretos.
Su posterior homenaje sirvió como semilla en un campo lleno de abono. En mayo del 81 se llevó a cabo “El Concierto de Primavera”, organizado por los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid de la Universidad Politécnica junto a Klub. En este concierto participaron grandes estrellas del pop-rock como Alaska y los Pegamoides, Nacha Pop, Mermelada, Tos… Se trataba en definitiva de un augurio claro del estallido de la movida.
Tras el concierto, el movimiento conectó con el público y empezó su expansión con otras ciudades e incluso apoyado por políticos. Tino Galván, el alcalde de Madrid de aquella época, aprovechó el movimiento para colorear de nuevo el país y darle un giro de ciento ochenta grados. Novedoso, desenfadado y muy atractivo. Estética, verbal y sumamente peculiar, esta corriente inundaba cada uno de los cuerpos de aquel movimiento que bautizaron como Movida Madrileña.
EL CAMBIO ESTÉTICO
Los 70 dejaban una de las épocas marcadas por “el mal gusto”, todo tenía cabida en la fiebre del sábado noche. Aún así, la nueva ola juvenil centraba sus fuerzas en una esencia esperpéntica con pinceladas del glam rock.
La vestimenta marcaba las clases sociales, aunque la juventud no tenía miedo de demostrar cuales eran sus ideales. Las llamadas tribus urbanas marcaban a “los pijos”, la clase social alta, arreglada y formal que contrastaba con los looks deportivos, el cuero y las prendas desgarradas.
El estilismo se complementaba con volúmenes superiores, flequillos, decoloraciones y cortes desenfadados. Las permanentes, los cortes asimétricos o las formas llamativas y voluminosas también las lucían los hombres.
El toque final lo aportaban los colores, las cejas gruesas y los ojos oscuros. Lo tenían claro y solo había una regla: los excesos marcaban el inicio de la época, y no tardaron en interiorizarlo.
EL MOVIMIENTO MUSICAL
A pesar de que había grupos que destacaban notablemente y quedarán para siempre como recuerdo de la época, muchos a artistas emergentes no reparaban tanto en hacerlo bien, como en crear sin más. La juventud tenía ganas de revolucionar la creatividad y, con un recuerdo setentero, querían hacer e imaginar. Daba igual cómo, cuando y dónde, lo importante era maquillar sus ropas y lanzarse al vacío.
Por supuesto, los que marcaron los 80 y hoy recordamos como iconos de la década, llenaban los bares, plazas y salas con su música, bailes epilépticos y arrítmicos y estilismos llamativos. Los mencionados Alaska y los Pegamoides, Nacha Pop, Tequila, Radio Futura golpeaban nuestro país con sus éxitos y no había reglas establecidas. Las canciones, con aires de libertad, contaban el día a día de los jóvenes. “Yo soy así y así seguiré” decían, “Ni tu ni nadie puede cambiarme”, reclamaban. Amor por su moda juvenil y pasión por las historias adolescentes que daban letra a muchas canciones que hoy forman parte de nuestra historia.
LA NOCHE MADRILEÑA
Malasaña fue la sede del movimiento underground. Uno de los barrios más conocidos actualmente y más visitados de la capital española hizo historia en la década de los 80. Además, no solo la música, sino el cine, la escultura y el arte en general tenía sede en este barrio al que las altas clases llamaban los suburbios de Madrid. Disfrutar, vivir, y dejar a un lado todos los problemas hizo que la juventud recuperase una identidad implacable y un futuro por el que nadie apostaba.
La sala RockOla, inaugurada en el 81, se convirtió en el epicentro de las estrellas del movimiento. Cada semana se reunían en su sede para celebrar la vida, empolvar su nariz y bailar hasta que saliese el sol. Las drogas cogieron fuerza en esta época. Se trataba de un ritual para conseguir la noche perfecta. El LSD, la heroína, la cocaína, el cannabis y, por supuesto, el alcohol. Todo tenía lugar en el proceso creativo y desarrollador para la obtención del espectáculo perfecto.
La Movida Madrileña había llegado para quedarse y el pop de los 80 marcaría la trayectoria de muchos jóvenes estableciendo un recuerdo para siempre impreso en la memoria colectiva de todo el país.
Llanes Machado