Luces de neón, un mar de píxeles diluyéndose sobre la pantalla de un Macintosh y las playas de Miami bajo el anaranjado sol del atardecer. La industria cultural, poderosa donde las haya, ha estado fomentando desde hace unos años el negocio de la nostalgia, es decir, ha extraído algunos elementos recurrentes de cada década para hacer caja con ellos creando a su alrededor toda una simbología que hacen que, tanto un finlandés nacido en el 2000 como un ecuatoriano de los noventa, añoren los pantalones de campana y la música de los setenta. Productos de dicha industria, como la afamada y premiada serie Stranger Things o los múltiples remakes de obras de otras épocas, evidencian esta tendencia a la cual la música no ha logrado esquivar, especialmente la cultura new wave, propia de finales de los setenta e inicios de los ochenta, que está regresando con más fuerza que nunca gracias a géneros como el que desgranaremos a continuación: el synth pop.
Al igual que la mayoría de los subgéneros de la música electrónica surgidos en Europa, el synth pop hunde sus raíces entre Alemania y el Reino Unido, países donde se empezó a cultivar influido por las diversas corrientes del electro norteamericano y por otras menos afines como el rock progresivo, el dance y como no, el new wave. Su nacimiento se debe a lo coalición de los dos grandes géneros comerciales del momento: la música electrónica y el pop, estando más próximo de este último, motivo por el cual fue concebido desde su más remoto inicio como un pop sintetizado que rehúsa la belleza de lo acústico. Entre sus mayores influencias se encuentran auténticos referentes como el británico David Bowie o el grupo alemán Kraftwerk, quienes con el uso que hicieron del sintetizador en su álbum Autobahn, de 1974, marcaron el punto de partida para este nuevo subgénero al acercar ambas corrientes bajo el uso de cajas de ritmos Roland, baterías electrónicas, bajos y, como no, sintetizadores. De este modo, desde 1977 y gracias a los ya mencionados Kraftwerk, el synth pop comenzó su expansión a lo largo de todo el viejo continente llegando en primer lugar a Reino Unido, en donde se estaba viviendo una potente escena punk. Allí, un grupo de exponentes decidieron iniciar una nueva modalidad de expresión musical tomando como referentes tanto al cuarteto alemán como a otros artistas nacionales como el polifacético Bowie. Entre estos nuevos artistas destacaba Brian Wilson, quien con su trabajo Mount Vernon and Fairway (A Fairy Tale) dio inicio a una nueva era para la electrónica británica. Wilson, que antaño había colaborado con The Beach Boys, abrió la puerta para numerosos talentos emergentes que llenarían las pistas de baile de los clubes londinenses con sus composiciones. Entre este amplio abanico se encontraban nombres como Be Bop Deluxe, Ultravox, Orchestral Manoeuvres in the Dark o The Human League; que tras sufrir un severo ostracismo durante sus primeros años (debido al dominio del punk) acabaron por alcanzar unas posiciones notables en las listas de éxitos del Reino Unido. Todo esto se debe, en gran medida, no sólo a bandas como las atrás mencionadas, sino también a los sobresalientes The Buggles y los archiconocidos Joy Division, que con su trabajo As you said se iniciaron en el synth pop.
No obstante, a pesar de todo este apogeo, no sería hasta los ochenta cuando el género alcanzaría su máximo esplendor tanto en las islas Británicas como en el resto del mundo, al irse mimetizando progresivamente con la escena new wave. De este modo, artistas como Thomas Dolby con su célebre She Blinded Me With Science o Duran Duran servirían como antesala para otras agrupaciones que harían vibrar los locales de conciertos como la mítica Depeche Mode. Al margen de la escena inglesa, el synth pop, de la mano del new wave, se convirtió en todo un fénomeno de masas alrededor del mundo gracias al papel activo que desempeñaron otras bandas del viejo continente como los alemanes Alphaville, compositores de la famosa canción Forever Young, los noruegos A-ha, conocidos principalmente por su célebre Take on Me, o el DJ italiano Giorgio Moroder, galardonado con un Óscar por su tema The Chase para la película Un expreso a Medianoche de 1978. En España, pese a no ahondar demasiado en esta corriente, suele vincularse a la música de Mecano como la más próxima a los postulados del synth pop.
A pesar de que actualmente apenas se consume, todavía quedan ciertas manifestaciones a cuentagotas a través de composiciones de artistas como M83 o Kavinsky, quienes apuran los últimos coletazos de vida de un subgénero que nunca morirá, pues la melancolía, que todavía hoy genera muchos de sus temas, hará que permanezca para siempre en la memoria de todos.
D. Andrade