Miércoles de 1999. Me despierto y corro al salón. Saco la cinta de vídeo de mi VHS y la rebobino para comprobar si se ha grabado correctamente el programa de Días de Cine que grabo cada martes por la noche. Configuro el aparato para que comience a grabar a las diez y media de la noche, pues mis padres suelen mandarme antes a la cama y no tengo forma de darle al REC de forma manual. Estoy asustado porque a veces graba y otras no.
El VHS se detiene y confirmo que ha rebobinado por completo. Pulso PLAY y me siento delante del televisor. Garci presenta el programa y —esto que quede entre nosotros— avanzo un poco la cinta hasta llegar al momento en el que se lanza el largometraje.
Garci da una calada a su cigarrillo.
—Señoras y señores, hoy en Días de Cine: Una noche en la ópera, de Los Hermanos Marx.
Que sea en blanco y negro no me asusta, porque es el pan nuestro de cada día los miércoles. Al principio me cuesta entender: hablan raro, se mueven raro, hay uno que ni siquiera habla y sólo pulsa una bocina de vez en cuando. El resto parece que le entienden…
Así descubrí a los Hermanos Marx.
El mundo del cine nos ha regalado grandes cómicos: desde Charles Chaplin a Buster Keaton, pasando por Cantinflas o el dúo Hardy y Laurel. Hacer humor no es lo mismo que ser gracioso, lograr que la comedia que funcionó hace cuarenta años siga generando carcajadas puede lanzar a un cómico al olimpo de los humoristas. Y en ese escalafón al cielo de las risas, hay un lugar muy alto reservado para los hermanos Marx.
HISTORIA
Cuando Samuel y Minnie Marx formaron su familia en 1886, no tenían ni idea de que sus hijos, en mayor o menor medida, se dedicarían a la comedia. Tuvieron seis y todos ellos estuvieron cerca del mundo del arte salvo el primero, Manfred, que falleció a los siete meses de nacer.
En orden, fueron Leonard, Adolph -que después cambió su nombre a Arthur- y Julius, Milton y Herbert. Estos nombres no os sonarán de nada, seguramente, debido a que todos tenían su propio alter ego. Véase, en orden: Chico, Harpo, Groucho, Gummo y Zeppo.
Chico, Harpo y Groucho, los tres mayores, fueron los protagonistas y artífices del fenómeno Hermanos Marx. Los dos más pequeños, Gummo y Zeppo, participaron en los inicios, aunque Gummo acabó dejando la interpretación muy pronto y Zeppo abandonó los escenarios para convertirse en el agente de sus hermanos, representándolos durante toda su carrera.
LA MÚSICA Y EL VODEVIL
El talento de los hermanos muy pronto se balanceó hacia la música. Comenzaron realizando espectáculos de vodevil. Groucho se inició como cantante, Gummo no tardaría mucho en hacerle compañía en el micrófono y en 1907 acabaron formando un grupo llamado Los Tres Ruiseñores. La banda se completaría con Mabel O’Donnel y un año después se sumaría Harpo. Visto el éxito del grupo, se acabaron incorporando su madre y una tía, por lo que acabó llamándose Las Seis Mascotas.
Con el tiempo, Las Seis Mascotas comenzaron a ampliar su repertorio, incluyendo números cómicos entre canción y canción. Pequeñas comedias musicales que enlazaban sus temas con personajes desarrollados para cada uno de los miembros del grupo, como cuando Groucho simulaba ser un profesor alemán y sus hermanos, sus alumnos. Tanto fue así, que pronto los hermanos Marx comenzaron a ser más famosos por sus comedietas que por su música.
En 1911, Gummo tuvo que dejar el grupo para ir a luchar a la I Guerra Mundial, siendo reemplazado por Zeppo. Aquello lo cambió todo: desde sus personajes (dejaron de interpretar personajes con acento alemán) hasta sus nombres de pila (Harpo, que se llamaba Adolph, solicitó un cambio de nombre a Arthur para parecer menos germánico). Su madre, Minie Marx, compró una granja avícola y les contrató para evitar que el resto de sus hijos fueran alistados, ya que los trabajadores agrícolas estaban exentos de hacer el servicio militar. Tras todos estos cambios el grupo pasaría a llamarse Los Cuatro Hermanos Marx.
Con Los Cuatro Hermanos Marx, su inquietud por la interpretación dio un salto. Los hermanos comenzaron a caracterizarse siempre igual, creando personajes basados en sus alter egos: el bigote de betún de Groucho, la peluca roja y la mudez de Harpo, el acento italiano de Chico o la galanía de Zeppo. Sin saberlo y casi por casualidad, se habían creado lo que hoy conocemos como Los Hermanos Marx.
SALTO AL TEATRO
En 1920, el grupo consolidado ya como teatral da un paso más y comienza a utilizar un humor satírico y absurdo para la época con dos dianas muy claras: la alta sociedad y la hipocresía del ser humano. Todo ello, eso sí, aderezado con una capacidad para la improvisación nunca antes vista. En 1924, con Chico a la dirección y Groucho a los mandos de lo creativo, los Hermanos Marx dan el salto a Broadway con su revista musical I’ll Say She Is y sus comedias musicales Los Cuatro Cocos y Los Conflictos de los Marx.
UNA NOCHE EN HOLLYWOOD… O UNA VIDA
Si bien la primera proyección comercial del cine sonoro fue en 1927 (El cantante de Jazz), poco tardaron los estudios cinematográficos en descubrir que algo en la industria había cambiado. De repente, los diálogos en las escenas eran algo relevante y necesitaban gente brillante y capaz de llevar a buen puerto una comedia que estaba cambiando a pasos agigantados. La Paramount tomó buena nota de esto y en 1929 ofreció a Los Hermanos Marx su primera película, Los Cuatro Cocos, adaptada por George S. Kaufman y basada en su obra musical. Tras su éxito, en 1930 se estrena en cines El conflicto de los Marx. Una vez asumido el favor de crítica y público, llegaron Monkey Business y Plumas de Caballo. Esta última sería su película más potente en taquilla y portada de la revista TIME. Una sátira al sistema académico estadounidense y a la ley seca. Otra cinta de lo más relevante sería su archiconocida Sopa de Ganso, incluida en la lista de las 100 películas más importantes del la historia del cine.
Tras diferencias a nivel creativo con Paramount, la Metro-Goldwyn-Mayer firma un contrato con los hermanos que, desde 1933, pasan a ser solo tres. Zeppo se retira definitivamente y pasa a ser su representante. Con la Metro estrenan Una noche en la Ópera o Un Día en las Carreras, quizás las películas que mejor han envejecido por su ritmo y su humor absurdo llevado al extremo.
Desde los años 40 y tras unas cuantas películas más en su repertorio, a mitad de siglo los hermanos comienzan una carrera por separado, llena de actuaciones puntuales como invitados, programas de televisión y hasta concursos. Un total de seis largometrajes con los cuatro hermanos, nueve más sin Zeppo y otras tantas por separado. Groucho, por su parte, se llevó la palma con hasta cinco películas.
ICONO GROUCHO
Si por algo los hermanos Marx han llegado con tanta vigencia a nuestro tiempo tras casi setenta años desde su última película, es por dos puntos principales: el talento y el icono.
El talento a estas alturas ha quedado de sobra probado. Diálogos frescos y absurdos que todavía hoy funcionan junto a su mordaces críticas a los altos poderes que han llegado prácticamente intactas hasta nuestros días. Por otro lado, el icono. Y es que los hermanos Marx no solo eran cómicos, actores o músicos. También eran unos intelectuales en su época. Si uno de ellos destacó, no solo en sus facetas artísticas sino también culturales, ese fue Groucho. Julius Henri se convirtió en un icono pop inmortal, además de ganador de un Óscar honorífico en reconocimiento a su trayectoria.
Fue autor de seis libros y una persona muy influyente en su propia actualidad como representante de esa crítica intelectual, pero no alejada del pueblo llano. Creador de gran parte de los gags de los Marx, su genialidad le llevó a plasmar en nuestras mentes frases inmortales como:
“¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!”
“Jamás olvido una cara, pero en su caso, estaré encantado de hacer una excepción”.
“El matrimonio es la principal causa de divorcio”.
En la mente de un antiguo estudiante de Derecho como el que escribe estas líneas, es imposible olvidar aquel diálogo de Una noche en la ópera sobre las partes contratantes, haciendo alusión a las cláusulas inútiles e indescifrables de los contratos.
Por ello, y dando igual los años que hayan pasado, Los Hermanos Marx serán siempre ejemplo de talento, desfachatez, atrevimiento e inteligencia. Y de humor, mucho humor.
Pablo Sierra Martínez