Puede que este año los españoles deban pedirle a Papá Noel un presidente, dado que, para sorpresa de nadie, esta nueva investidura ha resultado en otro fracaso. Permanece entonces el atranco democrático español, continuamos sin salir de un bache que parece dedicado a salpicar más barro cuánto más intentamos salir de él. Y así seguimos, empantanados en lo más hondo de la torpeza política, sin más compañía que la incertidumbre y el vacío legal que traslada a la figura del rey una ya infladísima patata caliente. Su Majestad, que hace de Ramón García en este apretado Grand Prix de urnas y votantes, ha decidido lavarse las manos y no proponer a ningún candidato mientras no se serenen las aguas y alguien consiga sobresalir de entre este mar de quinielas políticas.
Mariano no ha tardado en asegurar que volverá a intentarlo. Sánchez por su parte, en lugar de hacer lo propio, ha descartado hoy mismo liderar una alternativa de izquierdas. Entretanto, el 31 de octubre, asistiremos a la que parece ser la última oportunidad de no ir a unas terceras elecciones. No sabemos si se celebrarán o no nuevos comicios, lo que sí es seguro, es que después de diez meses de bloqueo, lo único que se mueve por el horizonte político son las agujas del reloj.