Título Original: THE SHAPE OF WATER
Dirección y guión: Título original: The Shape of Water , Dirección: Guillermo del Toro, Guión: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor, Fotografía: Dan Laustsen, Música: Alexandre Desplat, País: Estados Unidos, Duración: 119 minutos, Estreno: Febrero 2018.
Guillermo del Toro pertenece a la camada de los cineastas furibundos de la posmodernidad. Proviene de la generación que se enamoró del arte visual asaltando las estanterías de los videoclubs. No veían, sino que despedazaban las películas, emergiendo así como cineastas que levantan sus obras a partir de unir fragmentos de cadáveres ilustres que les precedían. Por ello a veces no pueden evitar que se vean las costuras, pero son directores, de Tarantino a Nolan, que cultivan con rigor la puesta en escena, construyendo cada una de sus imágenes como si fuera la última. Así “La forma del agua” se nos presenta como un deleite para los sentidos y nos hace recordar porqué amamos el cine, donde Guillermo del Toro ha tenido la oportunidad de dar rienda suelta a toda la cinefilia cultivada desde su más tierna infancia, rompiendo así los cliches que suelen acompañar a este género de cine fantástico. Como uno de los más potentes influjos que puede tener la película destaca el recuerdo de “Creature from the black lagoon” de 1954 y que el director cuenta vio con tan solo 6 años y que desde entonces pensó que el final debería ser diferente. “La forma del agua” como el resto de sus películas, se posiciona del lado de los perdedores, del lado del invisible, del que sufre la injusticia, y en buena parte de sus historias, se repite la misma composición, la del fantasma de la ópera, la de King Kong, pero él jamás condena a la bestia. La película supone así una carta de amor al cine, donde el cineasta construye su película más emotiva, llena de reminiscencias a obras tan dispares como “La bella y la bestia” de 1946 y “Las zapatillas rojas” de la que hereda gran parte de su tratamiento estético. El modo en el que “La forma del agua” cautiva al espectador no sería ni tan efectivo ni tan cálido sino estuviese enmarcado en esa belleza sensorial que se nos presenta fotograma a fotograma. Una de las virtudes del director es que pese a presentar y dibujar mundos de fantasía necesitados de altas facturas de efectos especiales, lo mejor de su obra reside en como lo cuenta, cubriendo como en este caso a la película de un asombrosa sencillez, todo ello en pos de un cuento de hadas buenas. También podemos ver cómo pone en evidencia el poder militar de USA, siendo este el lado del mal, presentándonos un cuento de amor frente a un tiempo de odio. Interesante banda sonora de Alexandre Desplat, con un magnífico diseño de producción y un trabajo de dirección artística impecable, existiendo un perfecto equilibrio entre técnica y narrativa, algo difícil de conseguir, creando unos personajes, de los que es difícil no enamorarse.
Ainhoa Urgoitia.