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Caballo de hierro: El verdadero problema de la filosofía

filosofia_y_la_academia____by_gertdelpozo1Moneda corriente en el transcurrir del mundo más popular (“bajuno” me parece un calificativo demasiado duro para el mes de junio) es la expresión de que la Filosofía consiste en un algo indefinido y de gentes extrañas, además de inútil, puesto que resulta muy complicado obtener dinero directamente de ella. Es decir, que rara vez es un saber materialmente explotable, como son la Economía o las ingenierías, por ejemplo. Cuando a la conciencia de la “masa media” le lanzas la dicha palabra a la cabeza, le vienen a la cabeza los tochos de apuntes del bachiller asociados al pelma del profesor de turno, del cual lo más pasable que se puede llegar a subrayar es que llegaba a clase con los ojos rojos y oliendo a canuto. Psicotrópicos y Filosofía siempre han hecho buenas migas en el imaginario colectivo.

Éstos, las personas de a pie, relacionan la vetusta disciplina con un coñazo que tuvieron que chaparse para poder sacarse el título que tanto ansiaban sus padres. Tras ello, poco partido le sacan antes de las tres de la madrugada, cuando sacan a relucir, ante la barra o en cualquier botellodromo, sus superfluos conocimientos sobre la razón kantiana o la duda cartesiana. Al levantarse al día siguiente, continúa en sus cabezas la idea de que todo ese asunto desde Platón hasta Heidegger (¡en él termina la Historia de la Filosofía oficial!) no es más que porquería. Y razón, en parte, no les falta. No les culpo yo: los más son idiotas, meras víctimas de su tiempo. No supieron dar un paso adelante tras abandonar la cuna académica.

Pero también lo son por su incapacidad para levantar el manto de su contexto y mirar qué se cuece ahí afuera. Las circunstancias políticas seculares de esta aldea global, derivando consecuentemente en una serie de tendencias y comportamientos culturales soportan una responsabilidad primaria en cuanto a la división entre almejas y lobos que se da en las sociedades. Las almejas, seres pasivos, intelectualmente obsesos, con cierto grado de receptividad e incluso la soberanía para inmiscuirse en algo si por casualidad les interesa, pero se encierran en mismas y bajo tierra en cuanto vén venir cualquier riesgo. Sólo sirven para recibir órdenes. Los lobos son los menos, independientes por naturaleza, su curiosidad los hace más vivos y perspicaces; pero a su contra juega un mundo donde las almejas – dirigidas por otra raza lobuna – lo rechazan, todas a una, a grito de “Diferente, diferente”. De este modo, el carácter del lobo se torna agresivo y huidizo. Mientras las primeras consiguen sus sueldos, contratos y aceptación; en la mayoría de los casos, los segundos deben conformarse con la victoria moral y el desprecio social. Tampoco es de extrañar que muchos cedan a la presión y terminen por convertirse en almejas.

He aquí el verdadero problema de la Filosofía: ¡las almejas! Me refiero a su institucionalización. Actualmente, este cosmos se encuentra dominado por funcionarios, individuos por lo común poco diestros para enseñar algo que tan importante, demasiado extenso para sus linderos. Este espécimen se encuentra en las antípodas de Sócrates, uno de los grandes padres. Pese a existir excepciones, suelen ser lamelibranquios barbudos con funciones otorgadas de antemano. Su trabajo consiste en asegurar un conjunto seriado de valores socialmente “seguros” (a corto plazo) y estériles encarnados en una determinada diacronía del pensamiento filosófico, junto con otros tantos conceptos ininteligibles y totalmente insatisfactorios en el a priori de la adolescencia. Cobran por hacer del estudiante un animal rentable, asesinado ellos mismos la esencia de la Filosofía y poniendo colofón a la tarea docente iniciada en el parvulario.

Señores, en absoluto se trata de eso. No se trata de hacer un discurso ante la vida; sino de vivir e irse haciendo cada cual su propio discurso. El rollo debiera consistir en vivir y examinar (se), pues ya lo dijo precisamente Sócrates: “una vida sin examen, no merece ser vivida”. De nada sirve aprender cuatro chorradas de unos pendejos elegidos a dedo, pues se está empezando la casa por el tejado… Primero, digo yo, habrá que empezar a hacerlo desde lo cotidiano, a través de una filosofía del cuerpo, los placeres, los sentimientos y todo aquello que nos habita a diario. Para nada estoy defendiendo una pseudo – reflexión de parque y peta, lo que propongo es una filosofía de la acción y la revolución de la existencias individuales y lo común social. Una filosofía del vivir que pueda ejecutarse en bragas o calzoncillos.

Álvaro Romero Lago

1 comentario en «Caballo de hierro: El verdadero problema de la filosofía»

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