El incombustible Clint Eastwood vuelve a la gran pantalla con un proyecto que produce, dirige y protagoniza. A sus nada menos que 88 años, ahí es nada. La película, The Mule, en cartelera en España desde hace apenas dos semanas, llega con algo de retraso a nuestro país, pues, su estreno oficial fue en diciembre del año pasado.
La cinta, por supuesto, cuenta con un reparto excepcional. Encabezado por el propio Eastwood, le siguen actores de la talla de Bradley Cooper, Laurence Fishbourne, Michael Peña o Andy García. Cabe decir antes de comenzar que, la cinta está basada en la historia real de Leo Sharp, un veterano de guerra de noventa años que sirvió de transporte para el cartel de Sinaloa durante más de una década.
Una vez puestos en contexto me apena señalar que quizá, por lo titánico de la tarea y lo avanzado de su edad, esta sea una de las últimas veces que veamos a Eastwood guisárselo y comérselo él todo. Ojalá que no, pero fue en 2008 la última vez que produjo, dirigió y protagonizó una película. Hablo de la impresionante Gran Torino.
Pero vayamos a lo que nos ocupa, Earl Stone (Clint Eastwood) es un horticultor venido a menos que se ha pasado la vida trabajando para sus flores. Ha tenido una carrera brillante y reconocida, pero internet le ha robado la cartera. Stone no ha sabido adaptarse al ritmo de los tiempos y se ha quedado obsoleto. Por el camino deja a una mujer y a una hija prácticamente abandonadas, Earl es el padre y marido que nunca está en casa. El padre que se pierde la boda de su hija por una convención y el que termina dándose cuenta que la familia, y no el trabajo, debió haber sido siempre su prioridad. Pero demasiado tarde.
Así pues estamos ante una historia de redención. Nuestro veterano de guerra y horticultor de profesión se encuentra en bancarrota emocional y financiera. Su familia le rechaza y su negocio ya no existe. Es entonces cuando, debido a un encuentro casual, comienza su andadura como mula para un peligroso cártel.
Tata, que es el simpático apodo que le ponen los narcos, no tarda en hacerse un nombre y prosperar en un negocio en el que lo único que tiene que hacer es algo que ya dominaba en su anterior profesión: conducir y no meterse en líos. El dinero va fluyendo y Earl va poniendo en el orden correcto tus prioridades, convencido ahora de que lo más importante es la familia, vuelve a ganarse poco a poco el favor de los suyos a medida que, también, va creciendo en el gremio de la droga como transportista.
La cinta nos ofrece un guión sencillo y sin aspavientos que, sin embargo, cumple perfectamente su cometido. No hay grandes giros ni es un filme que tenga como objetivo dejarte boquiabierto con un final apoteósico e inesperado de “peli de timos”. Es una historia de corte humano en la que un hombre se redime y encuentra el camino de vuelta a los suyos entre porte y porte. Todo ello por supuesto salpicado aquí y allá por momentazos que amenizan la película y en los que puede que se te escape una carcajada ante el desparpajo del anciano y lo cómico de la situación.
Como añadido y como comentaba un buen amigo al salir del cine, esta película pone en valor lo virtuoso de un carácter consecuente. El simple hecho de ser capaces de aceptar las consecuencias de lo que hacemos. Un admirable y elemental principio para la vida del que nuestro protagonista hace gala durante toda la película. Como veis, no es sólo una película muy amena y disfrutable, sino que también deja poso. Bravo por Eastwood, que muchas más como esta queden por venir.
Alfonso Rois
aspirante a periodista, vigila la ortografía, aprende la diferencia entre “a penas” y “apenas”. Hay que redimirse a sí mismo. Repasa el corrector, anda