Luces de neón, un mar de píxeles, estatuas griegas y muchas frases que rezuman añoranza e incluso tristeza, elementos tan dispares como reconocibles bajo un denominador común: la melancolía de tiempos pasados. Hablamos como no del vaporwave, un fenómeno de nuestros días que trascende la esfera de lo cultural para expandirse a lo largo de muchos ámbitos del presente desde lo comercial hasta lo social. Vinculado a las corrientes aesthetics, el vaporwave nace como una plasmación de los sentimientos más característicos de la generación millenial; la tristeza y el hastío. Nacido originalmente a principios de esta década como un movimiento pictórico caracterizado por la combinación de la estética digital con elementos propios de la pintura renacentista y el arte helenístico, el vaporwave ha ido evolucionando con el paso de los años y variando en función del lugar en el que se desenvuelve. De este modo, podemos comprender el hecho de que se le hayan añadido nuevos ítems como elementos de la cultura pop japonesa o del cyberpunk. También se caracteriza por un uso, a veces excesivo, de filtros cromáticos con los que logra plasmar todo su espíritu posmoderno, incluyendo muchas veces cierto grado de crítica social en sus composiciones.
No obstante, el vaporwave no se limitó ni mucho menos a ser un mero fenómeno pictórico, sino que trascendió sus límites constituyéndose como una de las manifestaciones musicales más características de la generación Z y los millenial. Nace a principios de la segunda década del nuevo siglo como resultado de combinar en un mismo género manifestaciones tan distintas como el indie, el funk, el seapunk o el chillhouse con manifestaciones de épocas anteriores, especialmente de las décadas delos setenta y los ochenta, como el New Age. Con esta combinación de formas musicales y estilos de baile el vaporwave emerge como un mensaje crítico hacia la estanca sociedad de consumo y la cultura neoliberal emitido a través de un tono melancólico apoyado en la fascinación por elementos del pasado.
En lo referente a su composición, el vaporwave parte de una base conformada por sampleos de temas de los 70, 80 y 90 a los cuales se les añaden los ritmos y melodías de temas de otros géneros como el chill out, el chillwave, el lounge, el smooth jazz o el easy listening. Adicionalmente se procede a ralentizarlos y a añadir efectos de posproducción con el que modificar su percepción acústica a semejanza de lo que se hace en otros géneros como el lo fi. También toma una gran influencia del ámbito del videojuego, especialmente las bandas sonoras de los 8 bit y los 16 bit característicos de las recreativas.
En lo referente a su historia, podríamos marcar como un punto de inicio el año 2010, en el que el Dj Daniel Lopatin (popularmente conocido por su alias Oneohtrix Point Never) publicó el disco de edición limitada Eccojams Vol.1 bajo el nombre de Chuck Person. A su vez, James Ferraro, un reputado productor neoyorquino de música electrónica, publicó su trabajo de estudio Far Side Virtual. Estos dos albúmes son considerados como los pioneros del nuevo género y abrirían la puerta a numerosas producciones que llegarían posteriormente. La difusión del vaporwave, en vez de realizarse por medios convencionales como las discográficas o la radio, se realizó en gran medida gracias a comunidades de internet como la plataforma Turntable.fm u otros portales web entre los que destacan la tienda online Bancamp, la distribuidora online SoundCloud o el mayor foro de internet: 4chan.
A pesar de que la música es el motivo fruto de análisis en el presente artículo, no podemos limitar la trascendencia del vaporwave al ámbito musical y dejar sin mencionar la importancia de su apartado visual. El culto por la estética ochentera y noventera combinada con elementos del arte clásico, especialmente el arte griego y renacentista, así como los elementos más potentes del cyberpunk o el retrofuturismo, han moldeado el género por antonomasia de las nuevas generaciones que, a través del sarcasmo y la crítica que les permite esta nuevo formato, intentan buscar una via con la que poder mostrar al mundo sus sentimientos. Por tanto, no es descabellado hablar del vaporwave como una distopía, una manera de parar el tiempo en un mundo que cada vez nos empuja más a la cultura de lo inmediato y lo comercial.
Diego D. Andrade