Tratar de aproximarse al arte de Paco de Lucía en un simple texto se antoja, cuanto menos, improbable. Quizá, como mucho y desde la distancia, consiga ubicar alguna pincelada en el imaginario de quien no tenga el gusto de conocer a este baluarte del flamenco, símbolo internacional del virtuosismo a la guitarra.
«Decís que soy una leyenda de la guitarra. No tenéis ni idea. Sólo hay dos o tres guitarristas que se puedan considerar leyenda. Y por encima de todos ellos está Paco de Lucía.»
Keith Richards
Estas palabras, un esbozo de las alabanzas que despertaba en otros grandes de la música el genio de Paco de Lucía, son una firme impresión de la magnitud del talento del gaditano. El menor de cinco hermanos debe parte de su nombre a su madre, Lucía Gomes Gonçalves, y su profesión, al empeño y a la visión de futuro que tuvo su padre, Antonio Sánchez Pecino. Este último, guitarrista amateur al que el mundo debe los primeros pasos musicales de uno de los guitarristas más celebrados a lo largo y ancho del globo, inculcó a sus cinco hijos desde bien pequeños el camino del arte, de ellos, tres terminarían dedicánse a la música, y Paco, se convertiría en leyenda.
Según sus propias palabras, a los once años empezó a practicar intensamente la guitarra. Ocho, diez o doce horas al día de práctica para fraguar un genio de su talla no se antojan muchas. Ciertamente tuvo también sus facilidades, fue decisivo en su formación el contacto que la familia tuvo con Niño Ricardo, otra leyenda del flamenco. Ni más ni menos que su más directo predecesor. Él y el posterior descubrimiento de Sabicas a través de los discos que fueron llegando a sus manos conformarían los cimientos en los que se asienta el estilo y la obra del autor gaditano.
Paco empezaría tocando en tablaos con su hermano Pepe. Con 12 y 14 años respectivamente ya estaban de gira por sudamérica con la compañía de ballet clásico de José Greco. Y a su vuelta empezaron a grabar discos, el primero, como Los Chicos de Algeciras. En 1967 grabaría su primer disco en solitario: La fabulosa guitarra de Paco de Lucía. Sólo seis años después grabaría Fuente y caudal, el disco que incluye Entre dos aguas y que le pondría en las listas de éxitos catapultando su estrellato.
Tras de sí deja 38 discos, multitud de colaboraciones en trabajos de figuras como Camarón de la Isla, Chick Corea, Carlos Santana, John Mclaughlin y muchos otros. Incontables son sus premios y reconocimientos, desde hijo predilecto de Cádiz, pasando por el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, varios Grammy y hasta fue reconocido Doctor honoris Causa tanto por la Universidad de Cádiz como por la Berklee College of Music.
A Paco de Lucía se le considera responsable de haber internacionalizado el flamenco, de haberlo popularizado fuera de nuestras fronteras dándole otra vuelta de tuerca mezclándolo con el Jazz, la bossa nova y la música clásica. Pero también de reinventarlo puertas para adentro con Camarón y Tomatito. Por si fuera poco, es a de Lucía a quien debemos la implementación del Cajón. A finales de los setenta Paco se topó con un cajonero y compositor peruano, Carlos Caitro Soto, en una fiesta en una la Embajada de España en Lima y allí mismo se dio cuenta de que es ese el instrumento que necesitaba el flamenco. Hasta entonces usaban los bongós y las congas, pero el toque caribeño no convencía del todo al célebre guitarrista. Sin embargo, el cajón, que lograba emular al mismo tiempo los graves de la planta del pie de un baiaor y los agudos de su tacón, le pareció perfecto.
Un músico sencillo, de magnético carisma y autenticidad desbordante que se definía así mismo como indolente, que no precisaba de nada. Un hombre introvertido que hablaba a través de la guitarra y acabó iluminando al mundo con su arte.
En España hemos sentido vergüenza con el flamenco, por su vinculación con Andalucía, con la pobreza, con la falta e medios y con los gitanos. Y de pronto los organismos oficiales escolásticos están valorando una música que nunca fue a la escuela y que viene de la emoción»
Paco de Lucía
Bastida