Hablar de rock progresivo supone, de manera prácticamente inevitable, transportarnos a los Estados Unidos y a la Inglaterra de las décadas de los 60 y de los 70. Grupos como los legendarios Pink Floyd o Cream son algunos de los muchos responsables del apogeo que esta rama del rock vivió durante dicha época gracias a un estilo tremendamente singular caracterizado por el virtuosismo de muchos de sus compositores y artistas quienes buscaron, a través de la vertiente progresiva, elevar el rock a la categoría de arte dejando atrás todas las connotaciones negativas que hasta el momento tenía. Leyendas de la talla de Roger Waters, Alan Parsons, Eric Clapton o David Gilmour dignificaron el género hasta convertirlo en todo un culto entre el público, no solamente por sus brillantes composiciones musicales y su destreza al frente de los distintos instrumentos, sino también por sus letras generalmente vinculadas a temáticas metafísicas o a la crítica de diversos asuntos de interés social.
Sin embargo, mientras las agrupaciones norteamericanas y británicas acaparaban todos los focos, como es habitual en la industria de la música, el rock progresivo seguía desarrollándose por los distintos países absorbiendo de cada uno de ellos rasgos de su música tradicional. En España esto no fue una excepción, hoy hablamos del que seguramente haya sido su mayor exponente: Triana.
Juan Jesús, Eduardo y Juan José Antonio “Tele” eran tres muchachos sevillanos que en 1974, cuando apenas rondaban la treintena, decidieron formar Triana. Un grupo vanguardista que nacía con la premisa de mezclar el flamenco, música inalienable de la cultura andaluza de la cual provenían, y el rock psicodélico que tanto proliferaba en aquellos años.
De este modo, daban inicio a uno de los proyectos más ambiciosos de la música española, al igual que Paco de Lucía, estos tres chicos querían acercar el flamenco hacia nuevas formas y hacer de él algo mucho más universal. Para ello, apoyados en grupos como Pink Floyd, lanzaron en 1975 su primer álbum: Triana, en el que dejaban muy claras sus intenciones con temas como Abre la puerta, cuya letra evoca inevitablemente poemas de Federico García Lorca. O El lago, un viaje psicodélico de seis minutos por lo más hondo de la cultura andaluza.
El éxito no tardaría en llegar para los sevillanos, quienes convertidos ya en un grupo de culto, sacarían dos discos más durante la década de los setenta: Hijos del agobio en 1977, donde la banda adoptaría un tono más político componiendo letras en pos de la democracia y la libertad. Y Sombra y luz, tan solo dos años más tarde, llevando la vertiente progresivo a sus últimas consecuencias dejando un poco más de lado la facetá más vinculada al flamenco y la cultura andaluza para aproximándose a otras formas, como el jazz.
Los ochenta se abrían paso en medio de un horizonte dorado para Triana, consolidados ya como una de las grandes bandas en el ámbito nacional, el trío de la capital del Nervión continuó desarrollando su prolífica discografía con la publicación de sus discos Un encuentro y Un mal sueño en 1980 y en 1981 respectivamente. En ellos el grupo se alejaba paulatinamente de la vía progresiva y comenzaba a abrazar otras fórmulas como el pop.
En 1983, cuando se encontraban en plena cúspide, una trágica noticia cambiaría para siempre el rumbo de la banda. En pleno proceso de grabación del que a la postre debería haber sido su quinto trabajo de estudio, Llegó el día , Eduardo y Juan José recibieron la noticia que nunca habrían querido oír: su compañero y amigo Jesús había fallecido en un accidente de tráfico.
Como si de una mala broma del destino se tratase, Llegó el día nunca llegó a publicarse, provocando que Un mal sueño sea hasta la fecha el último disco de la banda original. La muerte de Jesús aquella fría mañana de octubre en Burgos provocó la separación de la banda hasta que 12 años más tarde, en 1955, Juan José publicase bajo el nombre de la misma: Triana, una historia; un recopilatorio apoyado en materiales audiovisuales. Lanzaría otros dos álbumes bajo las siglas de Triana, pero nunca alcanzaría a igualar el estilo y éxito de la agrupación original.
De este modo, tras unos años finales algo convulsos, desaparecía Triana. Una agrupación tan efímera como brillante, maltratada en gran medida por la historia y sumida en un cierto ostracismo que no hace justicia a su naturaleza. Frecuentemente la crítica se refiere a los sevillanos como el Pink Floyd español, aunque quizás debamos considerar empezar a llamar a Pink Floyd los Triana ingleses.
Diego D. Andrade